RECUERDOS DE MI ADOLECENCIA Y JOVENTUD - Parte I
1975-1977 Estudiaba mi tercer ciclo en el Instituto de Acción Cívica Militar, fue en el tercer año donde comencé a escuchar música de protesta, la famosa Casas de Cartón del grupo Guaraguao, las huelgas y sindicatos ocupaban las primeras planas de los periódicos locales. Jóvenes de 15 años ya éramos acechados por la ideología y otros menores secuestrados para engrosar las filas de los contendores de una guerra fratricida.
1978-1979-1980 Cursaba mi tercer año de bachillerato en la Escuela Nacional de Comercio Enco, la que se encontraba a la par de la escuela de artes y el orfanatorio San Vicente de Paul.
Los secuestros y muertes de empresarios y familias pudientes eran la nota del día, en las iglesias ya no se escuchaba la palabra de Dios, sino la parábolas del oprimido y el opresor, se pregonaba que el jardín del Edén era cuba, círculos de adeptos ideológicos se formaron en torno a grupos de catequesis, las canchas de futbol ya no eran lo mismo, lo usual eran las redadas de soldados y militares civiles. Mi escenario a los 17 años.
Recuerdo que fue un domingo, uno de esos días donde cuerpo y mente busca la paz interior y por inercia camine hasta la iglesia de mi colonia con tanta devoción y fe. En su interior se celebraba la primera comunión de un grupo de niños y adolecentes. Al entrar, de frente al altar allí se encontraba Monseñor Romero celebrando el evento. Llegaba en el preciso momento del sermón. Fue grande mi decepción de escucharlo como subliminalmente sembraba en la mente de aquellos niños, jóvenes y demás presentes en la liturgia la parábola del opresor y del oprimido. Desde ese momento perdí la fe, no en Dios, si no en el hombre por su falacia.
Profesores de sociología y filosofía ocupaban su cátedra para sembrar la semilla ideológica, esperando encontrar eco en párvulos de la vida que utilizar como parapetos para defender sus propios intereses como miembros del sindicato de Andes. Algunos hasta sacaban provecho de su posición y gozar de amoríos con jóvenes menores de edad a cambio de ayudarles a pasar su materia.
En cada recreo o cuando se les pegaba la gana, bajaban de la escuela de artes hordas de jóvenes envueltos en el Mers (Movimiento de Estudiantes Revolucionarios de El Salvador) y el Bres (Brigadas Revolucionarias de Estudiantes Salvadoreños). Nos daban dos clases adicionales a nuestro pensum académico, la teoría de ideológica y la revolución, la otra materia era el manejo de armas.
La sección “B” se conformaba por un grupo de jóvenes que si bien inquietos por conocer y disfrutar la vida, nos manteníamos enfocados en nuestro propósito, el de sacar nuestro cartón ya que valorábamos el sacrificio de nuestras humildes familias.
Como todo hay en la viña del señor el grupo se conformaba por Ilustres, lo que siempre sacan 9 y 10 de notas, los término medio , quienes se manen tenia en el rango de 7 arriba, los deportistas y gigolós quienes no tenían rango , los mediocres y bayuncos en un rango de 5 a 7.
Dentro de esos jóvenes ilustres recuerdo a Buruca, el típico sabiondo que solo le bastaba leer el texto 5 minutos y exponía la clase mejor que el maestro. Miriam una joven de familia humilde que cuando sacaba 9 de nota lloraba si parar, dentro de los términos medios, recuerdo a Katty con su exuberante cabellera rizada y Evelyn, joven de tez morena que vivía camino a los Planes de Renderos. Todos fueron reclutados por la revolución y en su tiempo, secuestrados y ejecutados por el otro bando. A una de ellas la encontraron decapitada. De este grupo solo Buruca se salvo a medias. Lo ultimo que supe es que en una marcha frente al Hospital Rosales lo hirieron en la cabeza. Logro recuperase pero sobre su hombro llevaba a cuesta la muerte y un delirio de persecución. Cuenta mi amigo el Verde que así le apodamos, que Buruca se encontraba en su casa detrás de la ventana, con un arma en la mano esperando que llegaran por el. No se cual fue su final. Ya han pasado 30 años y los recuerdo como si fuese ayer.
Los que quedamos nos graduamos.
Recuerdo que nuestra graduación, fue una fiesta de piñatas, la celebración en un hotel se hizo por la mañana ya que el toque de queda era a las 5.00 o 6.00 PM, no recuerdo bien. Ya no circulaban los buses de la ruta 29 que me llevaría a Santa Lucia donde vivía. Con mi traje de pingüino y todo un hecho un Catrín me toco viajar en un pick up con toda una multitud y a la par de una señora que llevaba una olla de tamales que vendería el día siguiente.
Estudiaba y trabajaba en el Edificio Rubén Darío, ese que quedo sepultado con el terremoto y donde murió mi tío político con el que me inicie en las labores contables.
Marzo 1980 Hacia mi recorrido diario entre bancos y clientes sobre la calle Rubén Darío, era un día particular ya que ese día se había programado la marcha que acompañaría el féretro de Monseñor Romero a la Catedral, como buen mirón, la acompañe de lejos por si las moscas.
Lamentos y llantos se escuchaban por doquier, además de otras frases, como mártir, apóstol, guía espiritual, santo. Y en mi mente solo le recordaba dando tremendo discurso a niños y jóvenes ilusionados de hacer su primera comunión, también me preguntaba quienes lo mataron ya que la estrategia de crear mártires venia como anillo al dedo para terminar de encender la mecha. La disyuntiva era valida, tomando en cuenta que ya habían matado a Roque Dalton.
Abandone la procesión y me dedique a mis labores. Por la noche me toco ver las noticias del tremendo zafarrancho que se origino en catedral.
1981 Inicie mi estudios en la UCA, trabajando de día y estudiando de noche , todos los días me bajaba de la ruta 101 rezando y rogando a Dios que una bomba o una bala no me quitara la vida en mi trayectoria o esperando el microbús en la parada de la prensa grafica.
Mi segundo hermano, estaba por egresar del Infamen y para complacer a mi padre quería entrar a la Escuela Militar, hizo la prueba aguantando el chicharon como alumno en la Policía de Hacienda. No entendía su razón ya que era de todo conocido que los recién llegados eran carne de cañón.
Todos los días nos reuníamos en la esquina del pasaje para recordar a los amigos que uno a uno fallecían, no importaba el bando, con mi novia en esa época y hoy mi esposa, asistimos a muchos velorios. El deseo de mi padre se cumplió pero pudo mas el dolor de una madre de pensar perder a un hijo, moviendo cielo y tierra para que le dieran de baja.
Y así fue, se lo dieron con una lesión en la rodia y síntomas extremos de bronconeumonía, ya que a un alumno de mayor rango se le ocurrió bajarle la fiebre provocada por una infección en el pie, sumergiéndolo en la piscina toda una noche. Mi hermano se recupero he ingreso a la facultad de derecho de la Universidad Nacional de El Salvador.
Vivíamos cerca del mercado municipal de la Colonia Santa Lucia. A mi madre se le ocurrió un día contribuir al ingreso familiar vendiendo huevos y queso en el lugar, no transcurrió mucho tiempo para que un día recibiera una nota de parte del grupo que se autodenominaban ORDEN y que como se decía en el barrio lo conformaban miembros de la descalza, policía municipal y militantes de partidos de la derecha (PCN) que se habían tomado la tarea de exterminar a los orejas. Según ellos, tomándose en serio de tarea de buenos samaritanos que hacían cualquier favor a quien se los pidiera siempre y cuando el precio valiera la pena. Mi familia entera estaba amenazada de muerte.
Mi hermano se había independizado, estaba por graduarse de abogado y realizaba trabajo social con una de las organizaciones de la Universidad, dando asesoría legal. También trabaja para el juzgado de transito. Me comento que en una ocasión cierto grupo de danza fue requisado por militares y encontrado una lista de miembros, en ella el nombre de mi hermano como asesor legal.
Un domingo llego a mi casa y me comparte lo que le aconteció. Caminando por la biblioteca nacional le abordaron militares encubierto, amenazándole de muerte y torturándole. Le cortaron la piel del pecho con una navaja de afeitar. Recalcándole que de no salir fuera del país, sus familiares también pagarían las consecuencias. Yo vi las cicatrices en su cuerpo, el instrumento no fue una presto-barba, sino una Gillette. Ya yo me había casado y era responsable de dos niñas, una de ellas recién nacida.
Mi hermano fue el primero en emigrar.
La noche de la ofensiva final, ya resguardados entre cuatro paredes mi esposa y 2 hijas, escuchábamos como por las calles merodeaba la guerrilla motivando a insurrección de los habitantes de la colonia la cual se encontraba ubicada a pocos kilómetros de la base militar de la fuerza aérea. Quizá nadie pudo dormir esa noche, ruidos de fusiles de todas marcas, la tartamuda hacia su trabajo, dejaba caer miles de rata-ta-ta-ta y callando muchas vidas de todos tamaños.
Días después de la famosa ofensiva, era casi obligado recorrer el tours dantesco en la zona de soyapango, cuerpos por doquier eran agrupados en piras e incinerados, otros como bultos de basura eran recogidos y tirados en pick up para enterarlos en fosas comunes.
Visitamos al viejo Dito, un migo de infancia que vivía en una de esas colonias nuevas en Soyapango y nos contaba sus vivencias en la ofensiva. La guerrilla había hecho boquetes en los pasajes como rutas de escape, se había convertido en un experto ayudado a recoger cuerpos inertes en las calles y pasajes aledaños que a la postre serian incinerados, las noches post ofensiva ya no fueron las mismas para este joven de veinte y tantos, como muchos.
La lucha continuaba y en la esquina del pasaje lugar donde jóvenes se reunían, el tema eran los desaparecidos y los muertos. Lo aun vivos e involucrados en el desvergue llegaban a contar de sus proezas, cada quien en su bando, sin resentimiento alguno.
Lo común en ellos a parte de ser jóvenes era la forma como comentaban sus relato, disfrutaban hacer alardes de cómo habían emboscado al enemigo y aniquilado, muestra de la excelente labor de asesores y consultores logísticos en ambas escuelas. Los habían convertido en maquinas para la guerra, totalmente deshumanizados. Buena labor maestros.
Una tarde apareció el pelón Tony, un familiar que dada su mediocridad con los estudios y su ambición de resolver la vida de forma fácil, se había enrolado por segunda vez en el ejercito para formar parte de uno de esos batallones especiales. La primera vez lo habían reclutado.
Llevaba consigo la prueba de haber pasado el examen de salvajismo y deshumanización. Matar a un perro mordiéndole los testículos para luego degollar e ingerir su sangre.
Nos comentaba semejante proeza y haciendo alardes de machismo y super- vergon, en su rostro solo se veía su mascara. No era nadie y estaba solo para enfrentar la vida.
Y así fue, luego de darle la baja se dedico a amedrentar personas y robo de carros, hasta que le apresaron y lo confinaron a la cárcel.
Recuerdo que circulaba la noticia de los acuerdos de paz y el rumor que Cristiani no asistiría a su firma, al frente de mi televisor observaba como se ponía final a la guerra fratricida la cual a la fecha no encuentro razón lógica y sentido alguno, del por que se llevo a cabo, solo vislumbro falacia y engaño por quienes se sentaron en la cúpula inventando pretextos para satisfacer sus propios intereses. El mas comercial y demagogo, defender los derechos del pueblo.
Lagrimas rodaron mis mejías, dando gracias a Dios por que mis hijas tendrían una oportunidad de crecer fuera de un ambiente bélico.
Aquellas reuniones en la esquina del pasaje se daban con menor frecuencia, ya éramos jóvenes con responsabilidades familiares pero ello no impidió recordar o querer saber del final de alguno de nuestros amigos de infancia, pubertad y juventud.
Mi tercer hermano no llego a cumplir los 32 le diagnosticaron leucemia una enfermedad terminal que lo llevo a la tumba sin antes pasar por el calvario de querer vivir por su hija y ver morir a otros por las famosas huelgas de sindicatos de seguro social y médicos. Le hizo huevo, a espera de una esperanza que nunca llego. La Sara perdió la batalla.
En Usulután conocí a un joven empleado de una empresa de radio, que durante la guerra había sido doble agente, me mostraba fotos recibiendo las felicitaciones de Schafik Handal por un lado y por el otro recibiendo de las manos del General García reconocimientos por haber superado cursos contra insurgencia, su casa era un bunker lleno de armas de todos los calibres, por si las de hule como decía. Como todos los que participaron en el campo de batalla, las historias eran todo un suceso, como habían emboscado y masacrado a su enemigo. Hermanos salvadoreños que no podían ser vistos como tales ya que la ideología se había encargado de borrar del árbol genealógico. Este amigo al final de la guerra se caso y procreo una familia con una guerrillera mexicana que conoció en el campo de batalla.
En mayo 2000 emigramos.
Continua......
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