El consumista salvadoreño
Por Carlos Velásquez Carrillo (*)
El PNUD dice que El Salvador es el tercer país más consumista del mundo, después de Liberia y Lesoto
“Viven muy felices,
Los que repiten la lección
como aprendices;
los que no buscan
más allá de sus narices…”
Silvio Rodríguez
BUENOS AIRES - Recuerdo una conversación que una vez tuve con un compatriota, allá por los albores del presente siglo, sobre la situación económica de nuestro país. Él recién volvía de sus vacaciones en El Salvador y lo que me dijo fue más o menos esto: “mirá, ahora El Salvador es diferente, hay de todo, hay mejores shopping centers que en los países ricos, podés comprarte cualquier clase de carro, ahora sí hay desarrollo.” El análisis del compatriota plasmaba la filosofía del desarrollo que nos había vendido la nueva oligarquía salvadoreña: el consumo, no la producción, nos llevaría al éxito económico sostenido.
Ahora vemos cómo esta filosofía es la receta del desastre. La reciente publicación del Informe de Desarrollo Humano El Salvador 2010 por parte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) da una sentencia terrorífica: El Salvador es el tercer país más consumista del mundo (en cuanto a la relación consumo/Producto Interno Bruto PIB), solamente detrás de los azorados Liberia y Lesoto. Esto significa que por cada US$100 que se producen en el país se consumen US$102,4.
El Informe agrega, “[El Salvador] invierte poco y ahorra aún menos: en 2008 y 2009, la inversión promedió el 14% del PIB y el ahorro el 9,3%...en contraste, los países de alto crecimiento económico presentan tasas de ahorro e inversión del 25% o más con relación al PIB".
En pocas palabras, El Salvador es un país donde no se produce nada pero se consume todo; es un paraíso del consumismo desenfrenado donde se nos ha hecho creer que el tener la mayor cantidad posible de cosas materiales es una señal de bienestar y realización personal. Pero este resultado no es una casualidad: la nueva oligarquía financiera e importadora, a través de las políticas neoliberales implementadas durante los cuatro gobiernos de ARENA, enfilaron al país en este camino de consumismo insostenible que al mismo tiempo despreciaba la producción. La oligarquía lo pensó bien: el giro a una economía de servicios que se sustentara en las importaciones se identificó como el nuevo modelo para optimizar sus ganancias. El alza en la tendencia consumista era parte fundamental para la viabilidad de este nuevo modelo.
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