El heterodontosaurio dueño de la historia patria
Marvin Aguilar
Quien da título a esta columna es una especie que
vivió hace 200 millones de años, dinosaurio enano con pico corto como el de un
loro, dos colmillos afilados en la frente, dientes largos en las mandíbulas que
le servían para despezar su alimento. No se sabe si es un ave, puercoespín,
vampiro o las tres cosas.
En días pasados en el faro.net Carlos Gregorio López
Bernal escribió una columna donde al parecer le disgustaba que yo hablase de un
tema exclusivo de él y de la izquierda: http://elfaro.net/es/201209/opinion/9773/
¿A quiénes tiene en mente un historiador cuando
escribe un ensayo o publica su investigación? ¿A qué personas va dirigido el
documental de un cineasta que aborda el tema histórico? Son dos respuestas
distintas que un avezado escribidor debiese contestarse antes de meterse a
opinar a propósito de mis declaraciones sobre los próceres, fechas históricas y
demás atrezos nacionales que están reflexionadas y dichas desde mi experiencia
de documentalista.
Es decir son resultado del lenguaje cinematográfico,
estética del cine y, el papel experimentador del audiovisual.
Quizá nuestra intelectualidad necesita una recesión de
egos. Esto se deja concluir porque parece ser que el grundrisse histórico salvadoreño pertenece a un solo sector
ideológico y, es coto de caza de unos dioses privilegiados que desde la montaña
sagrada deciden quién puede hablar de historia, su pertinencia y pertenencia.
Considerable decepción resulta cuando un historiador
no se sienta a revisar lo que dijeron algunos iniciadores de la historiografía
patria hace 100 o 60 años sentados a la diestra o siniestra según se desee
aceptar los textos y se escandalicen cuando se utilizan estos y se entiende que
no se dice nada nuevo desde un género: el audiovisual que es relativamente
nuevo en El Salvador.
Está claro que el articulista no ha visto mi
documental: Gritocidio, que es el
asesinato del grito del 5 de noviembre de 1811. En este trabajo se reúne a:
Rodolfo Cardenal, Pedro Escalante Arce, Rafael Guidos Vejar, Xiomara Avendaño
Rojas, Rafael Lara Martínez, Rafael Mendoza el viejo, Juliana Ama, Antonio
Bonilla, el muralista JOALGAR, para que nos digan sobre las investigaciones,
vivencias, simbolismos que se han creado precisamente desde Alejandro Dagoberto
Marroquín, Roque Dalton y la historia oficial en relación a los actos de 1811 y
1814 y 1821.
La novedad que reclama Carlos Gregorio López Bernal
radica estar en la primera vez que se realiza un documental, es decir desde el
séptimo arte en 40 minutos se dice con una estética que mezcla la cultura del
video clip y la fotografía documental con música rock en español la versión
hereje del bicentenario del grito de independencia.
Lo que él entiende por fuentes en cine se conoce como
créditos y si alguna vez puede ver el documental al final aparecen todas
personas e instituciones que han hecho posible la obra.
La cobertura mediática que molesta a Carlos Gregorio
debo explicar no es debido a que sea yo licenciado en cultorología y que le
resulte exótico o increíble que exista tal profesión sino que es inherente al
cine; la publicidad comercial que lleva aparejada la cinematografía radica en
que hasta ahora el documental ha sido visto por 5,000 personas en salas
cerradas de universidades en todo el pais y para el 4 de noviembre lo
transmitirá canal 10 en el programa RADICALES
y luego a YouTube.
Y le sorprenderá saber que muchos creen que Alejandro
Dagoberto Marroquín es diputado del PCN, y no un connotado investigador
antropólogo del Partido Comunista salvadoreño, nuestro trabajo despeja esa
confusión.
Lo nuevo es pues, la forma en lo estamos diciendo
ahora. Para desgracia del pueblo y ventaja de los investigadores la gente es
más audiovisual que lectora y esa es entonces la humilde pero efectiva
aportación del documental.
López Bernal se siente –percibo al leer su artículo- lleno de experiencia por tener incontables
años de trabajo en la materia lo comprendo, cuando esa reducida opinión basada
en la ignorancia de mi trabajo y la descalificación profesional reflejó que en
realidad solo posee un año repetido incontables veces.
Su reclamo de respeto a investigaciones históricas
sirve para definir lo que podríamos sostener es un fundamentalista de la
intelectualidad de izquierda la que también como decimos en Gritocidio
igualmente ha manipulado la historia ocultando a los afro descendientes del
evento de 1932 o creando en Pedro Pablo Castillo un símbolo de la izquierda
salvadoreña con los mismos parámetros con los que la derecha creó a José Matías
Delgado.
La base del guión del documental es formular preguntas
que en si es el verdadero reto de la humanidad ya que más que dar respuestas lo
verdaderamente genial es hacerse los cuestionamientos que nos acercaran a eso
que llamamos o entendemos como verdad.
Tiene forzosamente que haber un resquebrajamiento de
toda esta estructura basada en una mentira que es ya en efecto histórica por
las consecuencias perversas que nos ha conllevado como pueblo y mi discurso
cinematográfico que es de igual uno político tiene como objetivo desde Gritocidio o Pieza de Indias dos
documentales de una trilogía histórica salvadoreña que pienso realizar
contribuir mínimamente a esa catarsis.
El cineasta no busca Limitar la historia a una
polémica a favor o en contra, a quien lo dijo primero de segundo al final, que
si es terreno ideológico u político es por demás estéril cuando de cine hablamos,
esto es así debido a que en el séptimo arte ya todos los temas fueron abordados
quedando entonces contarlo de manera distinta a como se hizo antes lo que
discurre del articulo de Carlos Gregorio es nunca jamás volver hacer un filme.
Oscurantismo puro; estalinismo superado.
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