El cerro de fuego de mi pueblo
Marvin Aguilar
Jorge Lardé y Larín sostuvo en EDH a propósito de las
emanaciones de humo y lava que en 1976 hiciera el volcán de San Miguel, que
llamarlo Chaparrastique era incorrecto.
Efectivamente no existe registro sobre cómo los
indígenas Lenca-Poton en el actual oriente de El Salvador denominaron al cerro
humeante.
El nombre de volcán Chaparrastique surge
arbitrariamente por vez primera según Lardé y Larín en 1869 en el libro Bosquejo físico, político e histórico de la
república de El Salvador, escrito por el coronel y licenciado Manuel Fernández.
Lo que igualmente podemos construir basados en la
cosmovisión indígena del lugar es una explicación aproximada-lógica sobre la
constante actividad volcánica del cerro:
Debemos comenzar anotando que un dato característico
de la conquista era que muchas veces las tierras colonizadas llegaban a tener
tres denominaciones: la local, la de los vecinos precolombinos y la que los
conquistadores españoles terminaban asignándole en base al santoral católico o
una fusión español-indígena.
Durante el rodaje del documental Los Chaparrastiques investigando con sus descendientes en
Guatajiagua, Morazán nos explicaban que los Chapanastiques eran la etnia que
ahora conocemos como Lencas, su lengua es el Poton.
Incluso Lencas es una forma de llamar a los
Chapanastiques-Potones y tribus relacionadas por los Nahuat-pipiles con quienes
mantenían una relación no muy amistosa.
Prueba de ello es el apelativo hacia las etnias
ultralempinas que los nahuat occidentales les otorgaron: Chontales una especie de primitivo, salvaje, bruto, brusco.
Cuenta la leyenda indígena que el volcán hizo una
explosión tremenda y que dicho fenómeno se debió a que de él salió una
serpiente enorme que se metió en la laguna Ulupa donde se quedo descansando y
cada vez que el cerro humea, tiembla o estalla es porque la mazacuata se revuelve en las aguas de
aquel pequeño estanque que está conectado con el cerro.
Sin embargo es desde la época colonial que podemos
elaborar un detalle geológico sobre la actividad vulcanológica en San Miguel.
En las anotaciones sobre la fundación de la ciudad en
la hipotética 8 de mayo de 1530 como en la re fundación en la actual locación
de la ciudad el 15 abril 1538 leyendo la copia que don Pedro Escalante Arce
consigna en su libro Cuzcatlan-Nequepio y la Mar del Sur sabemos que bajo el
mando de don Cristóbal de la Cueva los españoles re fundan en las faldas del Popocatepet la villa de San Miguel de la
Frontera.
El nombre Popocatepet
es como los nahuat-pipil llamaban aquel volcán que desde el oriente observaban
humeaba constantemente.
Ahora podemos sugerir que surgió llamarle
Chaparrastique de realizar la asociación de la región étnica con la
irremediable ubicación del volcán que es parte de la identidad de los
habitantes desde tiempos inmemoriales, entonces diferentes cronistas,
funcionarios reales, escritores contemporáneos finalmente la costumbre actual
hicieron por comodidad culturo-geográfica denominarlo así.
Un volcán que
jamás destruyó la ciudad.
En 1586 a
su paso por estas tierras fray Alonso Ponce registra que dicho volcán se
encontraba en actividad. Así mismo fray Antonio Vásquez de Espinoza relata lo
mismo en 1613 siendo estas las
fechas de mayor antigüedad que se conoce de actividad en el volcán de San
Miguel.
El traductor del Popol Vuh, fray Francisco Ximénez en 1699 observó desde Apastepeque como el
volcán de San Miguel emanaba bocanadas de humo, bramidos y retumbos
espectaculares.
De las más recordadas, 1787. Esta duró 3 días comenzando por la noche del 21 de
septiembre.
Una columna de humo de 4 kilómetros de altura se dejo
ver sobre el cono volcánico y arrojó lava hacia Quelepa y Moncagua relata Larde
Y Larín.
Cerró el camino entre San Miguel y Usulután llegando a
la hacienda Ulupa en el Llano del Muerto, actual El Transito.
Señala Escalante Arce que para la década 1690-1700
había llegado a San Miguel procedente de la ciudad Amapala saqueada por
bucaneros franceses la imagen de Nuestra Señora de las Nieves ahora bajo la
advocación de Nuestra Señora de La Paz.
Ella fue invocada por los afligidos vecinos migueleños
que la colocaron en la puerta de la iglesia haciendo una vigilia hasta que se
calmó y ceso la erupción.
Mis paisanos de la época adjudicaron el final de la
erupción a una intercesión de la Reina de La Paz o la Virgen de las Lavas y
para recordarlo mandaron colocar en catedral un cuadro que se guardó y
finalmente se deterioró hasta desaparecer por falta de restauración que
conmemoraba aquella monumental y apocalíptica erupción.
Para el 18 de julio de 1819 se produjo una notable erupción así como el 23 de julio de 1844 que sepulto la laguna de Ulupa
hogar de la serpiente/mazacuata de la leyenda Chapanastique-Poton.
El barón Alejandro de Humboldt escribió brevemente
sobre ese evento en su libro COSMOS y lo nombra además como un bello cono de
Centroamérica.
Aquí surgió otra confusión sobre el nombre del volcán
de San Miguel ya que el alemán Humboldt al ser traducido al inglés por el
cartógrafo Thomas Jefferys en el libro The
Bay of Honduras identifica al volcán migueleño como volcán of Bostlan o en
español Bozotlan queriendo referirse
al parecer a un volcán ubicado en Usulután que era una sola región junto a San
Miguel. Cosas de los idiomas.
En 1867 se emite la primera estampilla salvadoreña y
para ella se elije como imagen el humeante volcán de San Miguel acto que nos
señala ya la actividad constante del cerro de fuego migueleño.
Dos años más tarde el citado escritor del libro Bosquejo físico, político e histórico de la
república de El Salvador coronel y licenciado Manuel Fernández lo bautizaría
arbitrariamente Chaparrastique.
Otras menores emisiones durante el siglo XX
acontecieron.
Finalmente se conocen como destacables las erupciones de 1976. La más reciente a finales de 2013
no se compara con anteriores aquí citadas pero que la política de desastres
nacional, cobertura mediática naturalmente obligó a guarecer pobladores por
medidas de seguridad.
Corolario:
El volcán de San Miguel o Chaparrastique es parte de
la psico-genealogía de los migueleños, desde cualquier lugar persona/volcán nos
observamos mutuamente.
Ha estado, está y estará allí. Ya sea siendo pariendo
una serpiente indígena, como motivo para creer en la Reina de La Paz o como
señal del apocalipsis cristiano para otros.
Lo medular no es que políticos sinvergüenzas se pongan
caritativos y filántropos con 3,000 personas evacuadas a un mes de una elección
presidencial.
Lo importante es reubicar esas familias a lugares
seguros, en casas bien construidas, con sus servicios esenciales para que no
tengan que salir huyendo cuando haya una erupción, inundación, terremoto o
incendio, males históricos que padecemos en este paisito olvidado – al parecer- por Dios y de eso sigue
nadie sin decir nada.
Comparto con ustedes el documental Los Chaparrastiques en lengua Poton
(oficialmente muerta) sub titulado en español.
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