Un arzobispo sin fe
Marvin Aguilar
Todo está formado de materia creadora, los humanos
podemos gracias al libre albedrio
crear. La debilidad, fuerza, carisma… maldad no son exclusivos de pobres o
ricos, de algún partido político, cura y pastor en particular.
¿Qué necesita el salvadoreño? Seguridad, empleo o
trabajo pues simplemente que lo de por hecho, que ya lo posee y lo tendremos.
¿Absurdo? Se llama fe.
Se explica así:
sentimientos negativos o positivos llegan al cerebro una vez procesados por
este nos producirá sentimientos de angustia o felicidad encerrándonos en un
círculo vicioso o virtuoso. Como seres creadores este estado permanente de
cosas nos dará lo que pedimos al universo ya sea bueno o malo.
Esto que mecánicamente hacen las personas de fe cuando
esperan salvar su alma gracias a su fe en Cristo, es precisamente lo que le
respondió el Presidente de la República al Arzobispo Escobar Alas que teniendo
a un nuncio africano junto a él mejor sabrá su ilustrísima y reverendísima
excelencia sobre lo que es un Estado fallido y bien habría podido consultarle
sobre lo cerca o lejos que El Salvador estaría de serlo.
El arzobispo capitalino ya dio muestras de no ser
precisamente académico, teólogo o conocedor de la historia cuando derrumbó el
mural de Llort años atrás pero esta vez al comparar musulmanes con pandilleros
se ubicó como su oscura sotana sin paños tibios en el medioevo.
Esta base de su raciocinio bastaría para aquellos que
se han hecho eco de sus palabras para no darle credibilidad a sus
preocupaciones sobre qué clase de Estado tenemos ahora. El de siempre.
El Salvador por los niveles de inseguridad,
delincuencia, corrupción política y económica no es un Estado fallido, sino un
Estado débil, con instituciones que aún dependen mucho de la voluntad de la
persona que manda y no de la ley y menos de la justicia, esto lo evidencian los
tres órganos del Estado a todo nivel con sus malos manejos de la cosa pública
todos los días.
Los moros y
cristianos
La iglesia católica y después la protestante son las
principales legitimadoras de la violencia dentro del mundo occidental. La
reforma y contra reforma que dejo inquisiciones de ambos bandos metiendo al
Estado como ejecutor de las penas de muerte previa tortura de los herejes a
manos de clérigos y pastores se transformó con el tiempo en terrorismo de Estado
y, la iglesia católica salvadoreña no está excepta de esas barbaridades: caso
obispo Viteri y Ungo o Gerardo Barrios.
Los bailes folclóricos Historiantes o Moros y Cristianos son un ejemplo de como por medios musicales,
coreográficos y teatrales la iglesia propagó la moral de que los malos
(musulmanes) siempre eran derrotados por los buenos (cristianos).
El final del baile siempre es que el rey moro es
decapitado y su hija se casa con el rey cristiano sucediendo de manera
“pacifica” la conversión de la falsa a la verdadera fe. Lleva este baile
evangelizador una lectura entre líneas: esto les pasará a todos aquellos que se
intenten levantar contra el estatus quo. Sigue sin funcionar.
Por eso, es insultante que teniendo nuestro país una
comunidad musulmana importante compare el Arzobispo católico el actual temor de
la población salvadoreña con el asedio moro a la España medieval. Un desliz que
demuestra una vez más la falta de lectura histórica ya que quien comenzó las
cruzadas fue occidente y por otro lado ausencia de sutileza ecuménica que
obliga a un personaje de su vestimenta.
Corolario:
Por suerte ya pasamos la época en que todo lo que
decía un clérigo era palabra de Dios y que la enfermedad es resultado del
pecado.
Existen otras ciencias y científicos sociales que determinan cuando
algo está débil o fallido.
Desde luego el llamado del Arzobispo y de otras
iglesias o gremiales u Ong´s es válido y necesario para que el gobierno tome
las riendas de este problema a corto y largo plazo que en caso de no disminuir
nos tendrá dentro de un tiempo acusándolos de incompetencia en el manejo de la
inseguridad-violencia.
Si, dan deseos de volvernos como ellos, matar los
indeseables, pero la historia a la que me referí antes nos dice que la revuelta
de mulatos en 1625; la de Aquino en 1832; la de Farabundo en 1932; la guerra
civil de doce años y el problema social de 50,000 pandilleros hoy no se
resuelve ni con guardias nacionales, penas de muerte o escuadrones de
exterminio social porque toda mala acción dará de retorno una peor reacción.
Se resuelve, - parafraseando al poeta Nicanor Parra- dejando de creer que esto que es un paisaje de país no ha podido ser jamás una nación y menos un Estado. Jamás hemos plantado amor al prójimo real, no esperemos que entonces el próximo ame nuestra vida.
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