HOME, NUESTRO HOGAR
por Claudia Figueroa
Vivimos en un mundo
perfecto, en un ambiente cuyo equilibrio sutil y frágil se puede romper con el
soplo del viento, esa delgada línea que divide y separa lo mágico y eterno con
lo temporal y material.
La tierra, conforme
ha pasado el tiempo, ha ido creando las condiciones necesarias para que todas
las criaturas que habitan en ella puedan mantener ese equilibrio para poder
subsistir, creando cada vez nuevas formas de vida que van naciendo y muriendo
creando una cadena interminable donde la vida toma diversas formas.
El ser humano lleva
muy poco tiempo habitando este planeta comparado con el tiempo que tiene
nuestro mundo creando las condiciones de vida necesarios para su existencia,
pero como tal, ya sea por ego, ignorancia o falta de conciencia, ha tomado a la
naturaleza, no como un ser vivo, que se mueve y respira, sino como una posesión
que se debe tomar, reclamar y explotar, agotando los pocos recursos que con
amor nos regala.
Pero ¿Quiénes somos
nosotros? ¿Quién es el ser humano? La respuesta más común y la más fácil es que
es Hijo de Dios, mas no lo demuestra con sus actos, ya que ha creado una
necesidad innecesaria, buscando la felicidad en lo material más que en lo
espiritual, buscando llenar con objetos el vacío que hay en su alma, se ha
olvidado de quien es, por eso ha olvidado agradecer por lo que tiene, ha
olvidado pedir permiso y sembrar otro árbol en su lugar.
El ser humano es
mucho más que órganos, un par de brazos, de piernas, ojos, orejas, nariz, boca
o tono de piel, el ser humano tiene algo más que la energía que lo mueve, las
emociones que dicen si está feliz o triste, o su intelecto, tiene la capacidad
de conectarse con Dios, con esa fuerza suprema que nos da vida y eso es lo que
lo diferencia de los animales.
Una pregunta sería
¿Qué pasaría si el ser humano pierde la capacidad de identificarse con su
entorno? Ahora, con mayor seguridad se puede decir que lo ha perdido, porque
mientras más se tiene es cuando más pobre se es, mientras mayor es el progreso,
mayor es la pobreza y carencia que hay, y son pocos los que pueden vivir con lo
mínimo y vivir bien.
Ya es hora de abrir
los ojos y empezar a hacer algo, porque aquello que llenó nuestros platos, no
crecerá más y lo que apagaba nuestra sed, será más valiosa que el oro, ya el
petróleo dejará de tener tanto valor como para ser comercializado y mover las
máquinas que pueden hacer el trabajo de cien hombres juntos.
Ya es hora de empezar
de nuevo, a ayudar a la tierra a recuperar el equilibrio perdido, a ser como
los animales, que respetan su entorno aun en la cacería, ya es tarde para
arrepentirse, ya es tarde para llorar y sufrir, ya es tarde para ser
indiferente, es momento de tomar acción y restaurar lo poco que queda antes que
sea demasiado tarde y ya no tengamos para podernos arrepentir.
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