El 2 de noviembre “Día de los difuntos”. Es el día destinado en América para celebrar el tributo a los muertos, o quizás a dar gracias a Dios por el don de la vida y no estar enterrado varios metros bajo tierra.
Con el respeto que nuestros difuntos merecen. Este día lo dedicamos para adornar las cruces con gallardetes de papel espelmado o papel china de vivos colores, coronas de papel o ramas de ciprés que infunden olor a muerte o el respeto que se les merece.
Este día en mí tierra El Salvador y estar frente a aquellas cruces, es todo un recuerdo de los que pasaron a la otra vida ¿O quizás a mejor vida? Los que se marcharon al otro mundo antes de ver los desastres y crueldades que estamos viviendo y sufriendo entre sollozos y penas. También es verdadero y curiosos darse cuenta que algunas personas solamente se
recuerdan y visitan sus muertos en está ocasión. Correr al mercado y escoger las mejores flores o coronas de papel. Es todo un festejo bien fingido, corren lágrimas sobre lágrimas fingiendo no querer abandonar aquel espectáculo.
Entre lo malo, aparece lo bueno: aquellos que siempre se han recordado de sus queridos difuntos, éstos sí embellecen el puentecito de la tumba…ah y no sólo eso, también le llevan música de cuerda con guitarra, violín y violón. Le cantan lo que más le gustaba “La cárcel de cananea” o “Lágrimas negras”. Y es acá donde el difuntito y cementerio hacen la comparsa y se vuelve el negocio de los vivos, los que limpian y pintan las cruces y tumbas. Por la chapodada y pintada al gusto del doliente, con su respectivo nombre y fecha inscrita a todo brillo, le costara unos cuantos dólares por que el colón nuestra moneda nacional también ya paso al otro mundo. En cuestión de unos minutos todo estará listo para la coronación, la tumba estará bien chainiada( limpia y brillante) la cruz reluciente se adornará con guilinduches (adornos de papel) de todos los colores y el olor peculiar a ciprés. Los familiares, los buenos y malos amigos… por que de todo hay en la viña del Señor…rodean la tumba y se recuerdan con alegría las buenas y malas pasadas que vivieron junto al difunto quien ha tenido la dicha de no haber sido echado al olvido y que a escasos metros escucha con atención todo lo cierto o falso de aquellas conversaciones.
Ahí están aquellos que, aún consternado, recuerdan las muertes recientes de sus familiares o quizás su mejor amigo. Lágrimas caen incesantemente mojando la fresca tierra que cubre el sepulcro, intentando en vano revivirlo o a lo mejor conseguir su perdón por alguna mala pasada que le hizo más de una vez en la vida.
Como siempre no tiene que faltar la controversia de la “enflorada” entre católicos y protestantes, alegando los sectarios que todo este acontecimiento es meramente tradicional, en contraparte los católicos lo asimilan como un sentimiento meramente humano, recordar a nuestros difuntos nos identifica como buenos cristianos y respetamos nuestras costumbres heredadas. Al final de la tarde los cementerios volverán a ser un lugar triste y solitario, aunque todo depende de cómo uno lo vea y lo sienta, lo que sí se recordará es el brillo reluciente de mil colores por las canicas incrustadas en las cruces…esos son nuestros cementerios, el reflejo mismo de nuestra sociedad con la escala de la vida misma, llena de pobrezas y sus riquezas entre la gloria y el abandono.
En medio de tantas cruces sobresalen los nichos de algunos adinerados que sin saber porqué están enterrados entre nuestros pobres, aquellos nichos parecen edificios de majestuosas esculturas bien tapizadas a todo color y letras color oro. Ahí están descansando aquellos que un día tuvieron pisto (dinero). A solas los familiares lloran aunque fuesen ricos…porque también tienen alma y quieren a sus difuntitos.
Al fondo de los cementerios en los rincones y matorrales están las cruces viejas carcomidas por el tiempo…extraviadas en medio del monte…esos son los muertos más pobres, los desdichados y olvidados, de los que nadie se recuerda y no reciben visitas porque sus familiares fueron a buscar nuevos horizontes en los Estados Unidos, Australia, Canadá o quizás la guerra o la delincuencia termino con el último descendiente…por eso no reciben visitas y “los bondadosos” que llegan al atardecer le roban al que tiene más flores y en son de igualdad le colocan una al que un día se llamo Juan… o Marta.
Al caer la noche todo vuelve a la normalidad, a su silencio esperado…al descanso continuo de nuestros muertecitos…por un año más y nosotros aquí recordando que la muerte es inevitable y el cementerio es el lugar predilecto que llegaremos un día…lo aceptemos o no…!ah!, y sí Dios permite no darle la oportunidad a la pelona(muerte) en un año más responderemos a la cita…eso sí, más vivos y listos a la vida y otros más viejos y cansados escogiendo al final el lugar para el descanso eterno.
*Poeta y escritor salvadoreño residente en Virginia, USA.
Miembro del proyecto cultural sur Vancouver.
Columnista del Periodico “El Imparcial” de Washington DC.
Colaborador de “Trazos Culturales” del Diario “El Colatino” de El Salvador.
Miembro de la antologia artepoetica.net
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