Marvin
Aguilar
Registra
la historia que Felipe II, rey dado a los excesos de placeres mundanos una vez
que vio hundirse su flota española frente a las costas británicas pensó que era
un castigo de Dios por sus pecados.
Mandó
hacer un acto de fe en la plaza mayor de Madrid donde se quemaron herejes,
brujas y judíos para que en su nombre expiran sus errores en vista de que para
él, gula y lujuria eran imposibles de vencer.
Ha
sido siempre una estrategia de la clase dominante sean estos políticos o
adinerados controlar dentro de la población sus vidas sexuales, para de esta
manera dejar solo para un reducido grupo los excesos de todo tipo. En El
Salvador nuestra elite puritana ha hecho que todo lo bueno para algunos sea
ilegal, inmoral y engorde.
Nadie
mejor que el Marqués de Sade para escribirlo y, Pier Paolo Pasolini para
llevarlo a la pantalla. El erotismo, pornografía, expresionismo, sadismo,
provocación y degradación humana que recogieron ambos autores es similar y comparable
con la que vive en estos días El Salvador. Somos pues un país impresionante, de
película neorrealista con tintes de sado maso cómico.
I
El
caso Francisco Flores nos deja un juez al que resulta muy difícil creerle que
actúa apegado a derecho. Es más, el aparecimiento del ex presidente parecería
un arreglo judicial con un libreto con cuatro meses de estudio y puesto en
escena con un juez gordo, un hijo que era adolescente cuando su padre pudo
haber cometido los delitos que se le imputan y una campaña mediática a favor
del ex presidente. ¿Terminaremos agradeciéndole a Francisco Flores por habernos
gobernado?
No
es, saña contra la judicatura a la que Estados Unidos viene denunciando desde
hace años de corrupta e infiltrada por el crimen organizado. No, es que este
mismo juez envió a su casa al capitán de la selección de fútbol salvadoreña
acusado de estupro porque consideró no era un delincuente consuetudinario
pero hemos visto nuevamente a Denis Alas desfilando en los pasillos del centro
judicial por corrupción futbolística, o amaños.
Esto
de la doble moral se da en demasía en nuestro terruño y, desde luego, dirán
algunos que no solo sucede en nuestro paisito. Pero aplica entonces que mal
muchos consuelo de tontos.
II
La
lujuria decía Maquiavelo le era permitida al Príncipe si este gobernaba para el
bien común. Este desenfreno sexual explicaba el politólogo debía ser discreto,
dentro de las paredes de palacio. Nunca trascender hacia la opinión pública.
Pero,
nuestros políticos, presentadores de televisión y empresarios, bajeros como lo
son tales figuras en el tercer mundo cayeron en la trampa all you can eat por
vestales y mancebos de barrios bajos salvadoreños.
Saliéndoles
caro lo barato ahora los tiene lamiéndole los estigmas a Jesús en alguna
capilla burguesa la rogatoria para que sus nombres no se hagan públicos y sí
pasara, hacerse los desentendidos que al fin y al cabo los salvadoreños lumpen
igual se seguirán vendiendo.
El
Jesús que tanto enarbolan los clasemedieros salvadoreños no se atrevió a condenar
a la adultera porque para que suceda se necesitan dos y, aquellos solo llevaban
a la mujer. De allí que la FGR actúa contra las enseñanzas cristianas al solo
juzgar al lado delgado de la trama Pero, ¿puede esto sorprendernos en un
sistema donde perseguir a la droga esta reducido irremediablemente a
consumidores y vendedores de poca monta y, es norma cerrar la vista frente a
quienes trasladan, distribuyen y lavan el dinero de esa droga? No, no debería
sorprendernos.
III
Parecía
ser que por fin tendríamos nuestro Jack the ripper, un descuartizador frio,
inteligente, eficaz, burlón, amante del asesinato pero una serie de evidencias
que dejaron un rastro hacia un crimen cuyo protagonista es un joven de una
familia prestigiosa y conocida, muchacho que se ve poco a poco envuelto en un
torbellino de ilegalidades que iban a dejarle el dinero que necesita alguien de
la categoría que le habían hecho creer que pertenecía y que en un arranque de
estupidez humana se obliga a destazar un humano cual película de bajo presupuesto
del juego de la muerte. Pero no, no llegamos al serial de Whitechapel.
IV
Finalmente
no podría dejar de hacer su aparición en escena la iglesia. La liberación del
padre Toño me recordó aquel pasaje bíblico en donde una muchedumbre pedía la libertad
de Barrabas y un juez decide quedar bien con Dios y con el Diablo: complace a
la gente vociferante dejando libre al que aplaudían y, declara inocente a Jesús
condenándole a muerte.
Con
el padre Toño sucedió algo similar. Unas llamadas íntimas, -que hacen pensar en una vida sexual
prohibida de alguien supuesto a no tenerla-, son la clave que lo hacen
aceptar una culpa, que luego en España dirá que no cometió y, es declarado
culpable, dejado en libertad y aplaudido por una barra en la calle una vez sale.
Corolario:
Este
país es un asco.
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