PASAJEROS EN EL TIEMPO
Un acercamiento al poeta Vladimir Monge
Por: Grego Pineda*
En la tradición –voluntaria o no- de los poetas que circunscriben su vida a los Destinos de su Patria, encontramos a Vladimir Monge, quien ahora reside en Washington DC y antes lo ha hecho en Canadá, pero que en su obra poética jamás ha cruzado las fronteras sentimentales de su amada y sufrida República de El Salvador.
Hace más de 20 años nuestro poeta fue obligado a abandonar su suelo patrio y desde entonces es un perseguido de si mismo. Ahora posee nacionalidades del primer mundo que lo respaldan y protegen; no obstante, en uno de sus versos confiesa, con referencia a su país: “…no pude despojarme de tus raíces, de tu negra tierra. Eres un río de sangre que palpita en mis venas; que me arrastra…La vida mía,…que se desgaja, que se desviste, no tendría sentido sin tu voz, sin tu bandera”
Y dejemos claro y asentado que los versos que manan de Vladimir y que componen su poemario “Pasajeros en el Tiempo” abarcan los diversos tópicos que aguijonean al artista pero todos ellos, incluso los poemas románticos/sensuales, están catalizados por ese compromiso social tan hondo que marcó [marca], sustancialmente, la vida del poeta quien, en el Monologo a la luz de la luna confiesa: “Apareces nítida y definida en mi espacio y en mi tiempo como campana centenaria vencedora del silencio.” Y a esa patria le increpa: “!eres responsable de todo por cuanto sufrí y luché; por cuanto reí y lloré; por cuanto odié y amé!”
Nuestro poeta se ha ganado el derecho de dirigirse a su amada madre-hija patria como le plazca, pues a lo largo de su vida ha sido hijo-padre-nieto de ella y en esas diversas etapas no le ha dado: Se ha dado. Es terrible, declara, “…este eco que resuena en los oídos de mi historia personal, tan atada a ti, por lo demás, anunciando que ya todo se ha consumado.” “Tu, solamente tu, responsable de mi risa altiva y valiente; de mis arranques de furia, de alzamiento y rebelión; segadora de mi trigo; moledora del maíz, razón umbilical de nuestra historia” Y es que, cuando había guerra y El Salvador no tenía quien Lo Salvara de esa conflagración, Vladimir fue testigo directo del ir y venir del mal y la muerte. Y allí donde otros huyen, nuestro poeta recuerda: “…Y entonces oíamos ese retumbar del corazón que nos traía la vergüenza de sentirnos culpables de indiferencia; quizá de desamor; quizá de soledad; quizá de sentir esa palpable sensación de estarnos deshumanizando. Ya poco valía la vida como poco valía la muerte y, sin embargo, dolía"
Fueron tiempos de dar la cara a la muerte para salvar la vida de su hija-patria quien como madre-nación en años previos le había cuidado y amamantado en un pesebre con olor a campiña. Y nuestro poeta se hizo guerrero y se armó de esperanzas y sueños: “Ayer fueron los sueños los que nos…mostraron caminos mas allá de la muerte. También nos dieron la angustia, la terrible sorpresa de saber que ya éramos grandes y que era el momento de hacer algo concreto; al ritmo de esos sueños, amamos; junto a cada nuevo día, luchamos; en el cielo y en la tierra, buscamos las señales y encontramos las montañas repletas de voces y senderos. Al ritmo de los sueños, fuimos hombres y mujeres y nos creció la vida como hierba silvestre. Al ritmo de los sueños, encontramos la patria y descubrimos, intactas, sus heridas sangrantes” Por eso peleó Vladimir, y todos los años de clandestinaje e insurgencia los dedicó a curar esas heridas de su entrañable suelo patrio.
*Escritor Salvadoreno residente en Maryland
Articulo que nos comparte http://diasporaopina.blogspot.com/
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