En una cita bibliográfica, Violeta Bonilla (1926-1999) expresa sobre el significado de la figura: “Quise representar un hombre sin ataduras, sus manos sueltas expresan la libertad intangible, y los cuatro picos del fondo representan otras cuatro naciones centroamericanas”

miércoles, 3 de marzo de 2010

CARTA ABIERTA AL PUEBLO SALVADOREÑO

“Sí, las repúblicas de hoy, son simplemente caricaturas, simulacros. El pueblo, el trabajador, vive en ellas tan infeliz y despreciado como en las monarquías más orgullosas; sólo que se le miente más, pues se le hace creer constantemente que tiene más derechos que antes, cuando en realidad no los tiene”.
ALBERTO MASFERRER

EL CONTEXTO
Vivimos tiempos oscuros para la cultura en El Salvador.

Creíamos que los últimos veinte años de abandono, corrupción e indiferencia hacia la cultura y hacia todos los ámbitos nacionales habían sido suficientes, y que una prometedora alternativa se anunciaba en el horizonte. Consecuentes con este ideario, acompañamos el titánico esfuerzo popular que derrotó a ARENA, y que pensábamos, abriría nuevas y esperanzadoras posibilidades.

Sin embargo, han bastado pocos meses para que de la prudente espera, pasáramos a la duda razonable, y de ésta al progresivo desencanto: ¡Esto no es por lo que se votó!

Los dados están cargados sobre el tablero del país, a favor de los de siempre.

El Ejecutivo –de gran peso en un país presidencialista como el nuestro- se ha alzado peligrosamente más allá de los límites de la sensatez y de la inteligencia política, frente al partido que lo llevó al poder, y todavía peor, frente a los intereses populares, que son en definitiva, los más importantes.

El desastroso manejo del área cultural, desde el Ejecutivo, no puede ser peor, y sólo revela lo que una buena parte del sector político del país padece: un total y absoluto desconocimiento de la naturaleza, alcances y dimensiones de la cultura dentro de un Estado moderno que busca el pleno desarrollo de sus ciudadanos y ciudadanas.

La suspensión de espacios radiales dedicados a la cultura, la destitución de funcionarios y funcionarias, del área cultural, sin mayores explicaciones, dentro de un clima dominado por la falta de diálogo, consenso e inclusión, sólo atestigua de manera inequívoca, el carácter autócrata del Ejecutivo, principalmente del Presidente de la República , y de los círculos de intereses antipopulares que lo rodean, asesoran y determinan.

Por ello, no nos extraña la política violatoria a la libertad de expresión (garantizada en nuestra Constitución Política) que esta administración está ejerciendo en contra de los escritores, artistas, periodistas e intelectuales, en contubernio con las líneas de censura editorial prevalecientes, en algunos medios de comunicación, como Diario Co-Latino, concretamente en el caso de la censura y boicot al Suplemento Cultural Tres Mil, bajo la pasada coordinación del poeta Otoniel Guevara y de su equipo de editores y colaboradores. De esta manera se pretende hacer callar por la vía de la fuerza bruta, la conciencia individual y social que los intelectuales proyectamos, mediante el derecho a ejercer la crítica libremente, sin más barrera que la dictada por la responsabilidad y el respeto hacia los otros y otras.

Siempre es la cultura y el periodismo (bajo las dictaduras del signo que sean) las primeras en pretender ser alineadas o sometidas al poder. Y en esto, la historia del finalizado siglo XX es elocuente tanto nacional como universalmente.

¿Por qué un ente como la Secretaría de Cultura tiene que ser controlada por la Presidencia de la República ?
¿Acaso la cultura no guarda un vínculo más natural con la Educación o con ella misma a nivel ministerial o de autónoma, y no con las políticas coyunturales de los gobiernos de turno? ¿Por qué Televisión Cultural y Educativa, Canal 10, un proyecto que se debe al pueblo, como un servicio libre de condicionamientos político-ideológicos, se ha convertido en una Televisora Nacional-Oficialista? ¿Por qué noticiarios otrora únicos en su género, como Panorama Cultural, ahora se han politizado, relegando la cultura y convirtiéndose en agentes de información oficialista? ¿Por qué se toman decisiones totalmente inconsultas, arbitrarias y de supeditación política a los dictámenes arbitrarios de Casa Presidencial, que afectan el buen desarrollo del Canal, de espaldas a sus trabajadores y trabajadoras, irrespetándolos y maltratándolos? ¿A qué intereses obedece la maniática obsesión de las autoridades de Canal 10, por controlar y dirigir todos los espacios de la producción nacional en cuanto contenidos, invitados y abordajes? ¿Qué alimenta su miedo desbordado?

LOS HECHOS

El pasado miércoles 24 de febrero, recibí una llamada telefónica del actual Jefe de Producción de Canal 10, David Méndez, informándome de la decisión de reducir un programa a grabarse el día jueves 25 del corriente, de 57 minutos (tiempo real de “Debate Cultural”) a 15 minutos.

El programa tenía como tema la presentación de los libros: “Reflexiones de Fidel Castro” y “Fidel Castro, antología mínima”, publicados por Ocean-Sur y editados por el doctor Javier Salado Villacín, cubano, filósofo, periodista y editor, de visita en nuestro país, miembro del equipo editorial de Ocean Sur e invitado por el Centro Cultural “Nuestra América”.

Desde mí llegada a Canal 10 (12 de diciembre de 2003) jamás un gobierno de ARENA, se atrevió a censurar ninguna transmisión de “Debate Cultural”, a pesar del tono cada vez más crítico, que el espacio adoptó, sobre todo en los últimos tres años de la administración Saca.

A diferencia de otros espacios complacientes con la administración arenera, que fueron suprimidos por justificadas razones administrativas: “Universo Crítico” y “Platicarte”, este último conducido por un ex director nacional de la antigua CONCULTURA, “Debate Cultural” continuó al aire, pese a divergir en sus enfoques y contenidos, con la política oficial de derecha.

Al solicitar una explicación lógica al Jefe de Producción, se me dijo que el invitado “no era salvadoreño”, a lo cual repliqué que durante los seis años y dos meses de mi desempeño como productor real y conductor del programa, nunca hemos reparado en las nacionalidades de los invitados, en el sentido que éstas sean un obstáculo; todo lo contrario, el programa pretendía ser lo más incluyente y diverso posible.

Pregunté si las razones verdaderas eran de carácter político o ideológico, a lo que se me respondió: “No, yo no tengo nada contra los cubanos”. Insistí que la simpatía o antipatía del funcionario era un asunto subjetivo, y de ninguna manera debía prevalecer como un criterio institucional para validar o invalidar la duración o pertinencia de un programa.

Comuniqué mi determinación para tratar el asunto al día siguiente. Me presenté a Canal 10, el día jueves 25 de febrero en el horario de costumbre, para grabar dos programas, que de acuerdo a mi realizador y al equipo técnico de televisión, habían sido aprobados convenientemente ( la Jefatura de Producción había firmado –finalmente- la autorización para realizar los programas).

Debo añadir que las autoridades del Canal estaban sabedoras de los temas e invitados de los futuros programas, ya que mi realizador les había informado con antelación. Teníamos pregrabado un programa con el escritor Rolando Costa (sobre su libro Helechos) y la planificación de dos programas más, uno dedicado al Padre Rutilio Grande en un aniversario más de su martirio, y otro en memoria de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, con quien teníamos ya invitados asegurados, entre quienes se encontraban, los compañeros del Equipo Maíz, de quienes íbamos a mostrar su última producción videográfica dedicada a Monseñor.

El primer programa a realizarse ese jueves 25 de febrero, tenía como tema: “Análisis de las políticas culturales del Estado Salvadoreño”, dividido en dos bloques. En el primero se contó con la participación del poeta Otoniel Guevara y del periodista Néstor Martínez; en el segundo, intervinieron el sociólogo Luis González y el artista plástico Isaías Mata.

La invitación a este programa fue amplia y democrática. Sin embargo, los únicos en aceptar fueron los compañeros antes mencionados, que ofrecieron interesantes y distintos puntos de vista.

El segundo programa fue en efecto, una grata entrevista, únicamente, con el doctor Javier Salado Villacín, quien llegó acompañado de representantes de Ocean Sur y del Centro Cultural Nuestra América.

Sin embargo, el director de Canal 10, Alberto Barrera, y el Jefe de Producción, objetaron esa misma tarde, al técnico-realizador, las grabaciones, aduciendo en el caso de la entrevista con el doctor Salado, su no autorización; pese a esto, no las impidieron.

¿Cómo pudimos haber grabado sin autorización expresa, de la cual existe (¿o existió?) una documento firmado? ¿Por qué no se impidió –definitivamente- antes o durante la grabación el programa mismo?

Tal parece que a los censores los dominaba el mórbido deseo de confirmar sus propios prejuicios y fantasmas. Este era un caso, cuya sentencia estaba ya previamente dictada.

Debo decir – en honor a la verdad- que “Debate Cultural”, fue siempre un espacio plural, amplio y democrático, donde desfilaron distintas instituciones, figuras y exponentes de la cultura nacional, regional y universal.

Durante las administraciones areneras el programa se distinguió por mantener una línea cultural y periodística, que privilegió e intentó reivindicar la memoria histórica, los derechos humanos, los sectores excluidos, la cultura popular, el fenómeno migratorio, el enfoque antropológico, y desde luego, la amplia gama de las artes.

Antes que estos temas se “oficializaran” e ideologizaran, como ha ocurrido ahora (para el caso la manipulación política que el Mandatario realiza de la figura de Monseñor Romero, pretendiéndola reducir a un estribillo de la deslucida retórica presidencial), ya el programa había abierto una urgente ventana, que oxigenaba la atosigante programación oficial y privada.

Durante la grabación de ambos programas las autoridades del Canal, intervinieron en cabina, solicitándoles a los técnicos la entrega del original y copia de ambos programas, una vez éstos se hubieran realizado.

El ambiente de grabación fue desagradable. Desagradable e insultante para los invitados, desagradable para un servidor, no acostumbrado al espionaje y a la torpe intromisión de las autoridades (en esto, perdónenme estimados y estimadas lectoras, y con las distancias del caso, los areneros y sobre todo, las dictaduras militares fueron en ocasiones más elegantes y sutiles, que estos pseudo periodistas serviles, sacados de la mediocridad profesional y de la manga presidencial del ex periodista censurado, y convertidos por arte de la magia del poder, en inexpertos, ineptos e improvisados funcionarios; ¡como se reiría el doctor Waldo Chávez Velasco del modus operandi de estos rezagados polizontes de la guerra fría!

Posterior a la grabación me reuní durante dos horas con los sujetos aludidos. Fue una reunión nada concluyente, por parte de ellos, en su sentido literal y viril. Las observaciones y preguntas de fondo no se respondieron en el lenguaje civilizado, al contrario, prevaleció el discurso autoritario, se impuso la mentira disfrazada de esa ambigüedad evidente que “dice sin decir”, tan propia de los pícaros y deshonestos.

Terminaron –en coro- diciéndome que ambos programas iban a ser “revisados”, que no se podía permitir el “libertinaje” sino la “libertad con responsabilidad” (sonaban igual que los ex directores de los tristemente célebres cuerpos de seguridad, abolidos por los acuerdos políticos, con la diferencia que esos torturadores sí veían a los ojos), y que los programas no eran propiedad de “nadie” ( por los vientos que soplan en Canal 10, parece que sí tienen dueño y caporales) y que íbamos a seguir “platicando” (como en un cuento de T.P. Mechín).

A estas alturas del partido, necesitaría muchas vidas más para ser ingenuo. Quedó muy claro, que la palabra “debate” no estaba en ningún diccionario de los reales “dueños” de Canal 10, ni en el catecismo que recitan sus caporales de coyuntura (4 años, 3 meses, con suerte). Quedó muy claro, que el más mínimo ejercicio de la crítica inteligente y de la libertad temática y de enfoque, quedaba prohibida. Entonces, ¿cómo puede haber cultura sin debate? ¿O qué debate querían? ¿El de su misma sopa?

El día viernes 29 en el horario normal de transmisión de “Debate Cultural” se proyectó un resumen de la reciente visita del presidente brasileño. El sábado 30, en el horario de retransmisión del programa, se repitió el mismo contenido, y luego se proyectó el programa pregrabado realizado con el brillante poeta Rolando Costa, que sería transmitido dentro de unas semanas. Esa fue mi última sugerencia a los técnicos, ante la certeza que ambos programas serían censurados, como efectivamente ocurrió.

Vale, entonces, hacernos algunas preguntas más: ¿Por qué secuestraron los programas con tanto celo, en un caso verdaderamente extraordinario? ¿Por qué bastaron sólo algunos minutos de inquisición, en el caso del programa sobre políticas culturales, para echarlo con desprecio y prepotencia a la caja negra de la Dirección ? ¿Por qué bastó que fuera cubano el invitado para ser juzgado y condenado, sin ni siquiera percatarse del contenido del programa?

¡Reto a las autoridades de Canal 10 a que transmitan los programas íntegramente, tal y como fueron grabados, ofreciendo una explicación exhaustiva de sus motivaciones, y disculpándose con los invitados y con el público televidente, por este acto de barbarie prehistórica, donde se irrespetó , ninguneó y abochornó a un intelectual cubano ( y por consiguiente a una nación con la cual el Estado salvadoreño ha restablecido relaciones diplomáticas) y a cuatro distinguidos periodistas, intelectuales y artistas salvadoreños!

En esto, no está en juego ni la reputación, ni la trayectoria, menos la emotividad de un servidor, esto sería absurdo e infantil. En esto, está en juego, un gravísimo precedente en contra de la intelectualidad y de la libertad de expresión, consagrada por nuestras leyes, y rubricada con la sangre de todos nuestros mártires y caídos en las luchas democráticas y revolucionarias.

No encuentro más respuesta de este proceder que la de siempre: la lógica nefasta del poder, que insiste en un El Salvador acartonado, desigual e injusto, de “chongas” y “caricatura” en el decir de nuestros clásicos escritores: Salarrué y Masferrer; y no en Cuscatlán, la tierra de los hombres y mujeres del barro fecundo.

Coherente con todo esto, y fiel a los principios que aprendí en el hogar, por ejemplo vívido de mis padres, hermanos, tíos y abuelos (demócratas, librepensadores y dignos revolucionarios), y responsable en honor ante mis hijos, me retiro de Canal 10 y de Debate Cultural, pero no renunció al periodismo cultural ni a mi oficio de escritor de vocación democrática y revolucionaria. Si no existen las condiciones mínimas de trabajo y de respeto en mis quehaceres televisivos, no tiene objeto continuar estos esfuerzos, que son abortados por la ignorancia y por la voluntad del ciego poder. Como decía don Alberto Masferrer: “ASÍ NO SE PUEDE”.

Quiero agradecer a todos los hombres y mujeres que formaron el equipo técnico que hizo posible la transmisión durante 6 años, 2 meses de “Debate Cultural”. A todos mis compañeros y compañeras que creen en un Canal al servicio del pueblo y no en el proyecto oficialista al frente del cual se encuentran las fugaces marionetas y sus aliados periodísticos, que el tiempo se encargará de situar convenientemente.

Deseo expresar mi más profunda gratitud a los cientos y miles de salvadoreños y salvadoreñas hasta quienes llegamos semana a semana, con el pan y la tortilla de la cultura, verdadera masa nutricia de mejores porvenires.

Agradezco nuevamente a todas las instituciones nacionales e internacionales, sectores y personas individuales que como invitados e invitadas, hicieron posible este esfuerzo.

Lamento y condeno la naturaleza y los medios que está utilizando el poder (verdadero agente causante de este desastre) en su afán de silenciar los espacios y las voces críticas.

Cuando el periodismo pacta con el poder antipopular se enajena y corrompe. Cuanta razón tenía Neruda al decir en su libro “Viajes”: “Cuando la tierra florece, el pueblo respira la libertad, los poetas cantan y muestran el camino. Cuando la tiranía oscurece la tierra y castiga las espaldas del pueblo antes que nada se busca la voz más alta, y cae la cabeza de un poeta al fondo del pozo de la historia. La tiranía corta la cabeza que canta, pero la voz en el fondo del pozo vuelve a los manantiales secretos de la tierra y desde la oscuridad sube por la boca del pueblo”.

Estimados amigos y amigas: la cultura vive en el pueblo, gestor y destinatario último de todo lo bello. Otra vez: ¡Hasta pronto!

ÁLVARO DARÍO LARA
28 de febrero de 2010

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