UNA MIRADA INTROSPECTIVA DE LA SALVADOREÑIDAD
Parte I
La idiosincrasia salvadoreña, es difícil de definir, es fácil de diferenciar, porque todos comparten un yo común el tener como origen un territorio y una forma sociocultural muy marcada, el pueblo salvadoreño ha sobrevivido a invasiones de toda índole, desde la española, de la europea, de la Norteamericana (incluyendo a México con Iturbide y de la actual la transculturación Estadounidense), de sus vecinos, y finalmente la de la globalización con la de la todopoderosa cibernética, el ser salvadoreño es más que un acento al hablar, o de una dicción deformada de la mezcla del náhuatl y el español, es en sí una cosmovisión salvadoreña que significa que vemos las cosas y las vivimos de una forma diferente, cuando alguien se marcha de nuestro país y convive en otra cultura es cuando empieza a observar esas diferencias que viviendo dentro del territorio no son capaces de discernir, empieza como a ser consciente que hay palabras, que hay situaciones que nos parecen normales pero que en otros lugares ni siquiera existen, que en otro lugares ni siquiera para decir un insulto o un improperio es igual, que ni siquiera el dinero tiene el mismo vocablo, que la comida cambia y que en suma tenemos una forma única y distintiva de ser.
Somos un pueblo con una tradición diferente incluso de nuestros vecinos mas cercanos, Guatemala es maya así que sus indígenas y costumbres son mayoritariamente diferentes, que Honduras sólo la parte que comparte el golfo de Fonseca comparten una cultura parecida a la nuestra, que Nicaragua es mas común a la cultura caribeña que a la centroamericana-náhuatl nuestra, así que quedamos como el mítico guanaco un animalito único que sin comparación no tiene otro que se la parezca, tenemos palabras y acepciones que nos son patrimonio nacional, por ejemplo el mexicano tiene oraciones como “chinga, pinche, tarugada, etc.” Nosotros ocupamos las nuestras “bayunco, chucho, tetunte, etc.”, o para expresar enojo ocupan en México “chinga a tu madre”, en el caribe ocupan “coño”, nosotros todo lo referimos con una palabra que puede significar tantas cosas, en mi caso he sido criticado porque vivo en República Dominicana y suelo decir cuando me siento enojado “a la puta” o se burlan por el “va pues”, o el simple uso de “va”, por mencionar de alguna forma esas diferencias, otro caso mas genérico el del dinero en México es “lana”, en el caribe “cuartos” y para nosotros “pisto”, esas pequeñeces nos hacen realmente entender que somos realmente diferentes, que algo nos hace tener un yo común, y aunque seamos tan dispares como sociedad tenemos algo que nos hace tener una identidad.
El ser salvadoreño puede ser algo que se puede perder, como por ejemplo las personas que se van a sociedades que viven en ambientes absorbentes, he conocido salvadoreños hablando como mexicanos en Estados Unidos, o como Españoles o como Dominicanos en Nueva York, porque esos ambientes les absorbe yo tengo un cuñado que me dijo hace un tiempo que no se acordaba del himno nacional, él vive en Nueva Jersey y para ser sincero me impactó de una forma increíble sólo tiene 10 años viviendo ahí, si se vive mas tiempo por ahí puede que se le olvide hasta el nombre de nuestra comida típica, que por cierto haciendo a un lado nuestro nacionalismo recibe mucha crítica por el nombre, aquí en Republica Dominicana ha habido muchas personas que me dicen que el nombre no es nada agradable (si lo vemos en cierto modo tienen coherencia) por que el nombre pupusa viene del náhuatl Púpu que significa revuelto y Tsa que significa abultamiento. Al traducirse al español, sería "abultamiento relleno". Putsúua que significa rellenar, y éstas personas sólo se quedan con la primera parte de la palabra que de por sí es ofensivo cuando me lo han dicho, pero ello no significa de forma alguna que deje que eso me afecte al contrario hace que sienta orgullo de tener una comida nacional, porque para ser sincero pocos pueblos en Latinoamérica son capaces de determinar al menos una comida que hace que todo un pueblo se sienta identificado y tenga una comida tan universal y popular como nuestra pupusa.
El ser salvadoreño también trae asociado otro de nuestros vocablos que se ha convertido en un estigma la palabra “mara”, una palabra inofensiva que siempre ha tenido la acepción de amigos, de camaradería, ahora es una palabra negativa debido a nuestra última invasión, la de los deportados, El Salvador salió de una guerra política para comenzar otra, comenzó la guerra de pandillas, éstos que ocuparon el vacío que la guerra misma había creado, ahora el pueblo tiene que lidiar con otro tipo de violencia, la violencia de los pandilleros, y así tenemos la última de las invasiones, nos han invadido personas que se despersonalizaron en Estados Unidos y crearon el nuevo fenómeno de las maras, éstas que incluso se han llegado a transnacionalizar, existen en México, en Guatemala, en Honduras y en todos los lugares en donde hay una cifra significativa de Salvadoreños, ese es otro prejuicio con el que otras naciones nos ven: como una sociedad llena de violencia y caos, como el paraíso de las atrocidades, la verdad es que no es así, tenemos ese problema nadie lo puede negar, pero tenemos una sociedad que ha despertado de su propia historia, que parte de ello es lo bueno y lo malo, que hay matices grises que debemos de enfrentar, el ser salvadoreño se lleva en el alma, debemos de esforzarnos por sobresalir no sólo en lo negativo, entender que tenemos cosas positivas, que siempre nos distinguen por ser trabajadores, y de hecho la gran mayoría de nuestros compatriotas lo han demostrado, debemos de enfocarnos en escribir nuestro destino, así como tenemos una identidad común, debemos de tener un deseo común, que no sólo la idiosincrasia nos haga ser salvadoreños, sino el deseo de hacer de nuestra identidad algo que poder ostentar sin prejuicios.
Ezequiel Méndez
Ezek71@gmail.com
http://ezequielmendez.blogspot.com/
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