Muchos se han empecinado a través de los siglos en volvernos un pueblo sin historia verdadera, pero tocará a los últimos hombres, siempre a ellos, escribir sin pasiones la prosternada historia salvadoreña.
Sin duda, la nuestra, es una nación que con obsecuencia se ha aferrado a una identidad nacional las más de las veces falsa. Consciente de esto, una de las tareas del antropólogo es adentrarse en los avatares del problema nacional, una línea obligada de investigación es este espacio que llamamos patria, asemejar una respuesta a este entramado de comportamientos salvadoreños tanto en su origen, desarrollo y características es el hacer cotidiano del científico social.
Cuando uno está de pie, frente a un grupo de jóvenes que sienten que pueden comerse al mundo una vez hayan terminado sus estudios superiores, enfrenta un dilema: o, decimos las cosas para desarrollar al universitario como un ciudadano con capacidad crítica y de antagonismo frente a cualquier tipo de poder o, el intelectual tradicional u orgánico: un electrodoméstico. Siempre fiel a mi naturaleza, elijo hasta ahora lo subrayado en negrita, ya que esto es vital para los países del tercer mundo, lugar al que nosotros pertenecemos.
Duda de todo…
Don Víctor Jerez encargado de dar el discurso del primer centenario del grito de la Merced, en 1911 dijo entre otras cosas lo siguiente: el criterio histórico señala al doctor Delgado como el promotor de esa magna transformación social: ya que nuestros archivos aún no se han registrado del todo, para estudiar tan notables sucesos, hemos de recurrir a varios datos que conserva la tradición. Merced a la retrospección histórica y las poéticas evocaciones de la leyenda, volvamos nuestras miradas a los primeros años de la recién pasada centuria.
Era el cinco de noviembre: el padre Delgado, con patriótica impaciencia, sustituyó al encargado de dar la señal antes convenida, por los conspiradores. Inmediatamente, sonoras y jubilosas, responden las campanas de las otras iglesias, disparos de cohetes se oyen en todas las direcciones y suenan descargas de fusilería hacia el sur y el oriente. El pueblo sansalvadoreño, con inmenso heroísmo, cerró el período colonial al llamamiento del padre Delgado, que desde aquel campanario saludó con alborozo el nacimiento de la patria. A las ocho de la mañana de ese día, después que los revolucionarios redujeron a prisión a las autoridades peninsulares, el prócer don Manuel José Arce, en la esquina del cabildo de San Salvador, sirviéndole de tribuna una mesa de la alcaldía, proclamó la independencia nacional.
Desde este discurso más lleno de entusiasmo que de verdad histórica dicho en 1911 para ser exactos, se instalo la mentira nacional del “grito de la Merced” que no fue sino un artilugio discursivo de Víctor Jerez inspirado del grito de Dolores, celebre que realizara el padre Miguel Hidalgo y Costilla en México.
Según nos refiere Carlos Meléndez Chaverri en su libro: José Matías Delgado, prócer centroamericano; esta idea del grito versión criolla, teniendo en cuenta que fue tomada de la tradición oral que sale a la luz un siglo después de ocurrido el supuesto hecho y, que no se encuentra por ningún lado un registro histórico de la época que lo atestigüe, se vuelve imperativo categórico emplear el método critico para aceptar o rechazar la veracidad del grito de la Merced.
¿Realmente ocurrió el primer grito de independencia?
Gracias a los esfuerzos del historiador salvadoreño Miguel Ángel García, se puede ahora saber lo que sucedió el cinco de noviembre de 1811 y que rol jugó el padre Delgado:
Los repiques de campana que los archivos de la época recogen, corresponden a otro suceso: el del 24 de enero de 1814, estando ausente de este evento por encontrarse en Guatemala el padre Delgado, pero si estando en San Salvador el padre Manuel Aguilar. Es una posibilidad que el propio cura Aguilar, hubiese tañido las campanas por tener acceso lógico a la iglesia de la cual se ignora el nombre, como señal convenida para la insurrección contra las autoridades españolas que regían San Salvador.
Lo que conocemos ahora como la historia oficial, evento huelga decir que solo es celebrado en El Salvador e ignorado por las otras naciones hermanas del istmo, refuerza la tesis de que es un evento-invento salvadoreño, esto del primer grito de independencia. Nicaragua podría incluso reivindicar este hecho si tomamos en cuenta los acontecimientos narrados por fray Bartolomé de las Casas, y relacionados con una disputa por esclavos en una familia de apellido Contreras.
Miente, miente, miente: que algo queda.
La forma de patriotismo salvadoreño se asemeja a protagonista de sátira de Mijaíl Saltikov-Schedrin: en efecto, el salvadoreño no puede ser hipócrita porque para ello se necesita una formación, crianza y entendimiento del mundo, como ocurre con los franceses; el salvadoreño es un simple mentiroso.
Por eso somos más patrioteros que patriotas: nos indignamos por que los paraguayos desean repatriar a Barrios Mangoré, pero ignoramos la muerte en exilio del autentico adalid de movimiento de enero de 1814: Pedro Pablo Castillo en Jamaica, nuestro Morelos, según Dagoberto Marroquín, en su Apreciación Sociológica de la Independencia Salvadoreña; que siendo traicionado por muchos de los que hoy llamamos próceres descansa en paradero desconocido.
Nuestra intrahistoria es como una isla apartada en el mar de la historia oficial, así la intrahistoria es apartada de la población, puesta en el piélago de la mar oculta, cercada de hondas tentativas que buscan infestar la conciencia nacional.
Puede entonces sorprendernos qué el autoritarismo sea la manera de crianza en el hogar, el método pedagógico en las escuelas, la conducta habitual de la clase política. Qué este autoritarismo, se transforme en violencia en la sociedad. Realmente creemos qué una leyenda puede ser tomada como historia oficial y no afectar en el alma nacional. De dónde concluimos procede el colapso civilizatorio que enfrenta El Salvador, la mentira aparcada es la responsable de que nuestros problemas seculares no encuentren lógica solución, esto permite que los fariseos locales pululen con las soluciones mitológicas como única salida. Aunque, siempre tendremos el recurso de las almas muertas: duerme mejor, quien menos sabe.
Arthur Rimbaud tenía una profecía: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la esplendida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así no habrá cantado en vano la poesía.
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