ESPAÑA – EL SALVADOR, UNA TEORÍA DE SANGRE. Tercera Parte.
Por Carlos Mauricio Herrera González. Abogado migueleño. BCN. 1-IX-´11.
España y la Iglesia Católica no solo necesitaban nuevos súbditos y nuevas almas. La Banca Welser debía recuperar el dinero con el que financió la Conquista y las Guerra de Carlos V.
Hablando en términos militares, si observamos el mapa de Mesoamérica, fue el Caribe y la América Central lo que inicialmente fue descubierto –y por ese motivo- lo que probablemente en primera instancia fue tomado, podría no haber sido ni el orgulloso México, ni el majestuoso Perú, ni la gloriosa Argentina, sino Cuscatlán i Chaparrastique. No obstante que se sabe que las campañas por otros Reinos fueron realizadas por diferencia de meses o años, ningún cronista cristiano-militar niega o afirma categóricamente cual territorio fue conquistado inicialmente. También existe la eventualidad que se haya encubierto a propósito el hecho político, de que en el actualmente insignificante territorio de El Salvador (en términos de extensión), los soldados de la Potencia Vencedora encontraron la primera resistencia y una férrea beligerancia.
Prueba irrefutable de las primeras incrustaciones del enemigo en el hemisferio caribeño-centroamericano, es que, por alguna razón, alguien o el destino quisieron que la primera Misa Católica-Cristiana en América fuese celebrada en la mitológica Isla de Guanaja, Honduras.
El primer culto y eucaristía en nuestro territorio, podría considerarse como el rito inicial de la Guerra Santa en el Nuevo Mundo. Todas las religiones poseen sus ceremonias y ritos. Las Carabelas, eran modernas naves de guerra cuyas velas se identificaban con la Gran Cruz de la Orden de Santiago. Casual o causalmente, todos los caudillos conquistadores pertenecían como Caballeros a dicha Hermandad. En exvoto a la antigua Cofradía de Expedicionarios, sospecho, que fueron los sucesores de los Caballeros Templarios quienes en una nueva Cruzada en un Mundo Desconocido, fueron los que denominaron –siguiendo signos sacros- a la Antigua Guatemala con el nombre de Santiago de Caballeros, que al leerlo de forma invertida resulta: Caballeros de Santiago. Imaginaos a Los Hidalgos Caballeros de la Orden de Santiago prestando juramento a la Cruz mientras mostraban al cielo sus espadas. Es como si alguien o algunos o alguna Institución, hubiesen edificado unilateral o conjuntamente un plan divino o cifrado un código sagrado –que desconocemos- para Conquistar América. Ius Sangüini i Ius Terroni. ¿Es posible que exista un códice perdido en la enigmática cosmovisión del hombre antiguo y que hoy vive en jerigonza en nuestros decadentes tiempos modernos?. Ahí tenéis la Simbología. Todos los hombres somos movidos por nuestras pasiones, costumbres, religiones y supersticiones. Homus Religious.
(España…) De hijos suyos podernos llamar. (Español, que…) Con su sangre, escribió Libertad….(-del himno nacional de El Salvador-).
Al nacer como criollos o mestizos que parecían españoles (pero que no lo eran), el vínculo entre los nuevos fieles y España hacia ese entonces era latente, por lo tanto la élite salvadoreña-migueleña-española era educada y formada como en el Reino de Castilla y Aragón. Con el paso del tiempo y nuevos intereses económicos, los lazos debían mantenerse o romperse como es natural en las familias nucleares. Es odioso comparar, pero a veces es necesario para reflexionar y ejemplificar, por lo que revisad el origen y finiquito de las familias que idearon la Guerra por la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica contra la Corona Inglesa.
Sí miramos la historia griega de Occidente, la cristiana-románica, la hebraica o musulmana a través de la literatura religiosa, por distintos motivos a veces hasta parece lógico que padres e hijos, que madres e hijas o hermanos luchen entre sí, por gobernar o apropiarse de lo que reputan les pertenece por derecho de sangre, de tierra o herencia (de cujus).
En este país que conquistó el español junto a otras tribus extranjeras y que siglos más tarde liberó el español de segunda o tercera generación junto a su hermano mestizo y su primo hermano autóctono, tal vez por origen o por los que quieran creer en instrucciones divinas o perversas, la gran mayoría de salvadoreños, santanecos y migueleños portamos escondida bajo el brazo o descubierta en la mano, una quijada de asno con la cual matar a nuestro hermano. Caín y Abel.
Otra consideración importante dentro de estas hipótesis diversas sobre los orígenes de nuestro sangre e historia de nuestra tierra que propiciaron la Indepencia, es, si analizamos el atlas original de Centroamérica, una vez conquistada y distribuido el territorio administrativamente en las primeras cinco naciones, ante el incesante asedio de los corsarios ingleses, holandeses y franceses hacia las flotas mercantes españolas, estratégicamente hablando, parecer ser que el resto de Repúblicas Centroamericanas constituyeron -de alguna manera- una gran fortaleza natural para defender la España-Salvadoreña, ¿Protegió España con sus hijas a su único hijo varón y Salvador, de los hostiles asaltos de piratas europeos o simplemente se le aisló para preservar su sangre?, si fue así, cabe pensar que es esa la razón por la cual fuimos los escogidos –geopolíticamente hablando- para defender esos intereses e incomunicar así, esa nueva progenie. Hacia ese entonces, el hombre era un ser devoto y místico, por lo que era lógico fundar y escudar un legado incógnito e indocumentado. El hijo que cuida los males de su madre. Para desgracia de nuestras arcas y nuestro futuro, nuestros fundadores carecieron de visión económica, pues lo que antiguamente les sirvió de castillo amurallado y cofre de sangrientos secretos en Centroamérica y el Caribe, en la actualidad nos limita en términos económicos, le arrancamos de sus entrañas a nuestra desalmada madre, tan solo una ínfima porción de un istmo generoso en recursos naturales, el cual estuvo a nuestra merced y enérgica aptitud aguerrida. Errare humanum est.
Sabe mal escribir -y creer- que por los mismos motivos de sangre y tierra, el hombre esclavizado del África llevado a América Central y el Caribe, no fue puesto a trabajar las minas o a labrar tierras salvadoreñas y migueleñas (sucedió lo mismo en la Argentina, donde también existió una escasa población de color). Es como si ese código genético hubiese sido organizado para sostener una política tradicionalista. Solamente los pipiles, lencas e ibéricos se reputaron por alguna razón extática-contemplativa el derecho a ser parte de un linaje. El hecho inicial de procrearse y el derecho de arraigarse con ahínco a lo que consideraron su territorio exclusivo, hace pensar en la idea de una tierra protegida del bárbaro extranjero y de otros colectivos étnicos, una tierra elegida, que hoy es propiedad de nuestros peores trastornos (Pandemónium). Los trabajos en las antiguas caballerías y haciendas serian igual de duros independientemente de la producción que se realizase, por lo que considero desmitificados los motivos propuestos por los historiadores clásicos del porque no se afincaron afroamericanos en El Salvador, pues tanto había minas de oro en tierras ultralempinas como en La Unión-Morazán (Familia González, San Sebastián Gold Mines).
¿Por qué no establecer al hombre negro en nuestras urbes, como se hizo en el resto de ciudades hermanas de C.A.?, ¿Código de españolidad o negativa de nativos?. Por poseer escasa población esclava africana, también podría ser el por qué fuimos uno de los primeros países en el Mundo en abolir la esclavitud. No existían intereses en mantener tal institución. Leed la obra histórica “Júpiter” de Francisco Gavidia. Existe constancia que algunos Próceres poseían esclavos africanos en su haber. En tierras intralempinas se han encontrado cadenas de hierro y grilletes para inmovilizar o conducir humanos en “fila india”. El indígena una vez conquistado no fue reducido a la condición de esclavo como sucedió con el hombre del África ab initio, más sin embargo el indígena rebelde ante la encomienda y prófugo por no reconocer como propia una religión monoteísta, era penalizado y sometido a tal condición, herrado con fuego.
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