Diálogo en el infierno: literatura de provincia
Marvin Aguilar
V.
Otro día me asesinaron. Me encontré en el infierno junto a Wil Salgado, confieso que me sorprendí ya que no esperaba encontrar en aquel lugar al hombre que pastores de iglesias habían encumbrado una y otra vez en el poder allá en la tierra. Aunque, después de todo no fuera extraño que estuviese sucediendo, más adelante sabría que aquellos líderes también estaban en el infierno, eso comenzó asustarme ya que lo imaginaba un lugar libre de cristianos, pero ¡vaya sorpresa! Estaba comenzando a llenarse de ellos. Al parecer su pecado fue haber quitado la fe a Dios y depositarla en un hombre.
Estos que eran los mismos que no dudaban en recibir el diezmo proviniesen de donde fuese, incluso de riquezas de ancianas asesinadas; abogados del diablo que defendían a corruptores de jóvenes que con su droga propalaban el desorden mental por doquier llevando al quiebre de valores a muchos hombres.
No actuaban en el infierno con igual conducta que en la vida terrenal: mientras que arriba pasaban exigiendo honores y dignidades, aquí con tal de evitar que su cuerpo comenzara a podrirse –señal de la ausencia de Dios en su alma- se denunciaban unos a otros. Seguían pues comportándose como herodianos.
IV.
Nuestro protagonista sin embargo estaba a punto por fin de confesarme su secreto ¿Cómo había logrado embaucar a tanto ciudadano por tanto tiempo allá en la tierra? Comenzó por decirme que poseyó el don maligno de identificar las almas muertas: cuerpos con vida en la tierra que deambulan en la política o alrededor de ella.
¿Almas muertas? Las que se consiguen con tan solo duplicar el precio del desistimiento: los que se resistan al dinero no lo harán con los honores, los que rechacen honores desearan dinero. Al ver esto el pueblo, observar que caen los respetables, mejores ciudadanos, virtuosos cristianos que creían buenos terminará por avenirse totalmente a la corrupción.
Corromper al de arriba y seducir al de abajo. Destruir la conciencia política luego la moral. ¿Puedes acaso culparme? –Me interpeló- fui un alcalde católico apostólico y romano, por todo eso deseo que en lo que escribís des mi nombre, el verdadero, tal como lo hice antes yo al nombrar los establecimientos públicos: parques, calles, escuelas, guarderías, baños, mercados con el mío o de mi familia.
III.
Siempre luché porque cosas y hombres se volviesen personificación de mi mando, por eso mi santo lo declaré fiesta titular. De esta manera logré que mi memoria quedara grabada en la mente de los votantes, transmitiendo mi ego a la posteridad. ¡Jamás les importo que yo guardase calaveras de niños del Mozote en mi oficina! Nunca me puse limites, me llamé a mi mismo de varias maneras: huracán; bendecido de Dios; macho sin dueño, el amigo de los niños.
Quizá para ti –me dijo- estas cosas sean indignas, pero para mí son y fueron importantes: tenía a mi servicio una burocracia incalculable, millares sometidos al orden que yo mandé. Poseí un ejército de soldados, activistas, empresarios, líderes comunales y empleados que aseguraban su comida y de sus familias en la continuidad de mí poder.
No me culpes, hice trampa con el mismo sistema con el que otros la hacían desde antes de nacer tú o yo. Descubrí que la vanidad es la mejor forma de adular al ser humano, por eso condecoraba a muchos cada año; hablé todo el tiempo de igualdad y, cuando logré que lo creyesen entonces las condecoraciones fueron más apetecibles, porque distingue a unos de otros, así no solo haces hombres felices, sino que además perros fieles.
Me invente cuanto titulo pude: mariscal, mejor profesor, escritor, payaso, carroza, nacimiento del niño Jesús. Los multiplique para acrecentar con ello la triste necesidad de sus quince minutos de fama. Esto es imprescindible dentro de la sicología de las masas, a través de todo esto y wilivisión llegué a asemejarme a un dios.
¿A los mercaderes? A esos fue fácil, todos deseaban gotas de mi poder soberano, así que algunos, los más débiles les di dinero para que mejoraran sus negocios, los hice revivir con nuevos títulos: solidarios, honestos y capaces, luego los hice diputados o paladines sociales. De esta manera los hombres más ilustres de la historia se encontrarían junto a mí.
II.
En la ciudad torné todo en un culto a mi persona, mi dinastía, una especie de religión, y como toda creencia tenía que tener contradicciones y misterios que traspasan lo evidente. Mis actos por caradurezcos que pareciesen estaban bajo un cálculo riguroso que buscaba la perpetuidad en el poder.
Al final me dedique a lo único que me quedaba por hacer: declarar este siglo como la centuria del dinero: desenfreno, orgia de hacer riqueza como se pueda. ¿Esa fue la clave de tu éxito, pregunte? ¡No solo! Suprimí lo que me dañaba y deje lo que me protegía. Destruí desde dentro cuanta fuerza organizada existía, de esa forma nada funcionó sin mí. Me di a temer, para que incluso los enemigos mismos temieran derrocarme.
¡Volví mi imperio! –Disculpa mi entusiasmo- uno de placeres: alegré a mi pueblo, brindé juegos, festejos de choto, así suavice sus costumbres, duplique sus necesidades, los arruiné por medio del lujo, placeres materiales que ofrecí. La miseria los oprime, hostiga, devora. La ambición solo yo podía calmárselas, ¡me pertenecían!
I.
¿Por qué estas hoy aquí? Me llegó a traer el cachudo. ¿El cachudo? Cuando finalmente todos en la ciudad renunciaron a presentarse como candidatos a alcalde y, concluyeron que debía dedicarme a gobernar eternamente, me hicieron vicepresidente del país.
Terminó el pacto con el diablo que había hecho desde que vendía billetes de lotería y me decidí a dejar de ser pobre a toda costa. ¿De qué iba a vivir de viejo, en la calle? Antes preferí vender mi alma joven que llegar a ruco pobre y despreciado. Ahora iré a ver si me bajo a Lucifer…
FIN
Prensa Digital Un foro virtual, abierto al dialogo constructivo que nos permita conocer el pensar y sentir de sus miembros en torno a una temática que consideramos responde a una realidad concreta. Somos inmigrantes. Y hoy por hoy, vivimos en Long Island, NY. USA.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario