MAULLIDOS DE
GATOS EN SUFFOLK II
Por Lux Fer
Maullido de gatos en Suffolk? Hace unos días comenzó a circular un correo
electrónico anunciando que “un grupo de líderes”, de los cuales no se mencionó
a ninguno —lo que ya era un indicio de que el correo era más fantasma que
Gasparín—, anunciando una futura “protesta” contra dos políticos electos del
Condado de Suffolk. Lo curioso de este correo es que apareció unos días después
de que a un candidato —que en su momento dijo que una “encuesta” (chafa
también) unas 500 personas lo apoyaban— le dieron una paliza en las urnas y
sacando menos de 400 votos. Asimismo, el
comunicado parece enviado por uno de los involucrados en un reciente desfile y
festival que andan de pleito con un político local. En fin, como me
dijo la Siguanaba, el correo parecer ser el maullido de un puñado de gatos abandonados en un callejón —por si
acaso, no pertenecen a la pandilla de Don Gato, aunque a veces se toman fotos
juntos—, para ver si por ahí los vecinos les hacen caso. Pero como están las
cosas, lo único que van a conseguir es que les tiren piedras, o zapatazos, para
que se vayan a maullar a otro lado, porque por esos lares tienen fama de
chicles —los mascan pero no los pasan.
A palabras necias oídos sordos al parecer así piensa este gato Luxy
quien hace caso omiso de tus consejos y en vendetta por el zapatazo que le
tiraste, el muy original te fusila la nota y la tergiversa, dándole su propio estilo
y toque de vitu-midas.
Tanto será la sordera de este gato, que hasta las neuronas se le han
quemado. Que pecado se le pudiera adjudicar a un soltero y sin compromiso por
gozar de uno de tantos placeres de la vida, como lo es apreciar la belleza
femenina. Ya que asumir o afirmar otras acciones solo porque me lo contaron o
porque lo vi entrar, eso no es pecado es difamación. A menos que el mismo gato
compruebe que le haya servido de petate o que haya guardado el vestido
como la Mónica Lenguisky.
Una Citación o Proclama se le debería de recomendar
otorgarle por parte del Consulado aprovechando la celebración del mes de la
hispanidad, por consumir producto nacional y apoyar el turismo. No lo crees así
Luxy.
NO ENTIENDO A LOS DIZQUE LIDERES
COMUNITARIOS Y USTED
Bien lo dice Davis en su definición de
Demagogia:
es una estrategia utilizada para conseguir poder político, protagonismo o usar
como medio terapéutico.
Consiste
en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar
apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.
Cito nota original
Por Lux Fer
Los Casanovas de la Cucarachita Martina. No sé que tanto conocerán Ustedes el cuento de la Cucarachita Martina, la que desde su ventana, toda coqueta ella, esperaba que llegara el Príncipe Azul de su Vida. Pero lo que el cuento no dice es el historial de los Casanovas que la pretendían. Pues resulta que ellos eran unos personajes con poder político y que, por ello —sin importar que eran casados y tenían reputación de hombres probos y de fe— estos latin lovers se la pasaban cireando a la Cucarachita Martina para ver si ella cedía a sus pretensiones poco santas, haciendo caso omiso a los peligros que podían sufrir. Ahora, en el cuento original es la Cucarachita Martina quien, por ser demasiado pretensiosa y alucinada, un buen día se cayó a la olla con la sopa hirviendo y ahí se acabó. En el caso de los Casanovas, el fin parece similar. Hace un par de años a uno, por andar de galán y plantoso, le pusieron el dedo fiscalizador de la “moralidad pública” y ahí nomás se acabó su carrera política. Por estos días, hay otro de que con aquello de “todo acusado es presumiblemente inocente, hasta que se pruebe lo contrario”, está esperando su día en corte, pero los dedos acusadores —de sus ahora ex amigos políticos— lo tienen acorralado. ¿En que terminará? Sólo su conciencia lo sabe. Pero en fin, la moraleja del caso: No jueguen con la Cucarachita Martina que pueden terminar en la hoguera de la inquisición pública.
Los Casanovas de la Cucarachita Martina. No sé que tanto conocerán Ustedes el cuento de la Cucarachita Martina, la que desde su ventana, toda coqueta ella, esperaba que llegara el Príncipe Azul de su Vida. Pero lo que el cuento no dice es el historial de los Casanovas que la pretendían. Pues resulta que ellos eran unos personajes con poder político y que, por ello —sin importar que eran casados y tenían reputación de hombres probos y de fe— estos latin lovers se la pasaban cireando a la Cucarachita Martina para ver si ella cedía a sus pretensiones poco santas, haciendo caso omiso a los peligros que podían sufrir. Ahora, en el cuento original es la Cucarachita Martina quien, por ser demasiado pretensiosa y alucinada, un buen día se cayó a la olla con la sopa hirviendo y ahí se acabó. En el caso de los Casanovas, el fin parece similar. Hace un par de años a uno, por andar de galán y plantoso, le pusieron el dedo fiscalizador de la “moralidad pública” y ahí nomás se acabó su carrera política. Por estos días, hay otro de que con aquello de “todo acusado es presumiblemente inocente, hasta que se pruebe lo contrario”, está esperando su día en corte, pero los dedos acusadores —de sus ahora ex amigos políticos— lo tienen acorralado. ¿En que terminará? Sólo su conciencia lo sabe. Pero en fin, la moraleja del caso: No jueguen con la Cucarachita Martina que pueden terminar en la hoguera de la inquisición pública.
Cito nota tergiversada- tomado del blog azul y blanco
"Lips",
un antro visitado por delegaciones presidenciales, funcionarios
gubernamentales y otras hiervas, durante misiones oficiales estadounidenses.
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Por Lux Fer
Los Casanovas de la
Cucarachita Martina. No sé que tanto conocerán Ustedes el cuento de la
Cucarachita Martina, la que desde su ventana, toda coqueta ella, esperaba que
llegara el Príncipe Azul de su Vida. Pero lo que el cuento no dice es el
historial de los Casanovas que la pretendían. Pues resulta que ellos eran unos
personajes con poder político y que, por ello —sin importar que eran casados y
tenían reputación de hombres probos y de fe— estos latin lovers se la pasaban
cireando a la Cucarachita Martina para ver si ella cedía a sus pretensiones
poco santas, haciendo caso omiso a los peligros que podían sufrir. Ahora, en el
cuento original es la Cucarachita Martina quien, por ser demasiado pretensiosa
y alucinada, un buen día se cayó a la olla con la sopa hirviendo y ahí se
acabó. En el caso de los Casanovas, el fin parece similar. Hace un par de años
a uno, por andar de galán y plantoso, le pusieron el dedo fiscalizador de la
“moralidad pública” y ahí nomás se acabó su carrera política. Por estos días,
hay otro de que con aquello de “todo acusado es presumiblemente inocente, hasta
que se pruebe lo contrario”, está esperando su día en corte, pero los dedos
acusadores —de sus ahora ex amigos políticos— lo tienen acorralado. ¿En que
terminará? Sólo su conciencia lo sabe. Pero en fin, la moraleja del caso: No
jueguen con la Cucarachita Martina que pueden terminar en la hoguera de la
inquisición pública.
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