Lanzando la primera piedra
Marvin Aguilar
“Me cago en los
muertos de Cristo”. Soltaba de manera imprudente Antonio, el bailarín durante el
rodaje de la película Los Tres Picos, 1974, Madrid y esto era considerado por
el código penal español, como blasfemia pagado con cárcel.
Un policía lo escuchó y cumpliendo con su deber lo
denunció. Guardó prisión por 15 días hasta que el generalísimo Francisco Franco
quien gustaba del baile andaluz por ser Antonio el bailarín un gran exponente
del flamenco lo indultó.
Una en vez en libertad Antonio el bailarín hizo un
acto público de arrepentimiento: llegó hasta una iglesia seguido por la cámaras
de televisión y pidió con evidente desolación perdón ante la Virgen María.
No hay en nuestro paisito una justicia, sino varias:
la divina que algunos incautos dicen se manifiesta por medio del pueblo. La
ciudadana que ya sea por redes sociales o vox populi condena y glorifica a sus
líderes; esta además el juicio de los hombres que castiga la violencia contra
la mujer en todos sus tipos y, es ante esa única ley donde debemos aquí en la
tierra responder todos por igual.
La moral es
hija de la religión.
Por eso, si alguien decidió ejercer su derecho a ser amoral renunció expresamente a la moral
que la mayoría dice poseer y que para nuestro caso es la burguesa. No sería
dicha persona inmoral cuando haga o diga lo contrario al pensamiento único o
dominante.
Más aquel que no solo acepta la moral sino que la predica desde el pulpito, la viola, no sin
intención sino con contumacia y por periodo prolongado es a todas luces e
irremediablemente un presagio de que hay crisis de fe en todos los niveles y,
desde luego debe igual hizo Antonio el bailarín hacer una expiación pública de
su inmoralidad, pecado y blasfemia cuando obligado estaba a guardar esas
creencias.
Desde luego derecho tiene todo ser humano a blasfemar.
Ya lo escribió el poeta modernista Antonio Machado Ruíz: desconfíen del pueblo donde no se blasfema porque entonces es un pueblo
ateo… …Dios es seguro perdona la blasfemia que lo oscuro que guardamos en el
alma y peor aun lo que hipócritamente trocamos como oración.
Personalmente pienso que la pre-moderna moral
salvadoreña es muy rígida e imposible de cumplir. Eso es lo que impulsa el
doble estándar de vida que una notable mayoría silenciosa decide vivir.
El refrán que sostiene que todo se puede siempre y
cuando no se sepa, explica lo normal que es para los salvadoreños la decadencia
socio-político-religiosa de una época que se ahoga en sus propias heces y que
los conservadores desean prolongar bajo la tesis de elevar la Biblia a
categoría de ley pública.
Las iglesias-Ong’s amparadas en su dogma de que son el
medio para establecer comunicación con Dios se benefician de excepciones
fiscales cuyos réditos rara vez están a nombre de las instituciones religiosas
sino que son propiedad de pastores o familias, lo que les permite disponer
discrecionalmente de dinero para fines blancos y negros.
Además se sienten impunes como para poder armar escándalos
ocultos y regresar bañados y perfumados en lujosos vehículos al pulpito a
arengarnos a los pecadores de cómo Dios les ha revelado a ellos como debemos
ser.
Corolario:
Existen, dicen los abogados cuatro normas
fundamentales en las sociedades, la norma religiosa, de usos y moral, ninguna
de ellas ésta sujeta a que un poder externo nos obligue a cumplirlas, son
voluntarias. Solo la norma jurídica es de obligatorio cumplimiento para todos y
allí están los límites para la sana convivencia entre las gentes.
Es fácil que un líder religioso encontrado en tremendo
escándalos de faldas e infidelidades trate de excusarse en exigir que los
moralistas lancen la primera piedra. El problema es que no solo ellos están en
la parroquia.
Los que desconocemos el valor de las morales sean
burguesas o estalinistas sabemos de antemano que la mejor moral sexual es la
teoría del vaso de agua. Aquella que predica que la libertad sexual para el
hombre debiese ser tan simple como beber un vaso con agua.
Alejado de juicios morales mojigatos cierto es que la
monogamia no es natural. El matrimonio es una institución que desde que la
reguló el hombre ha demostrado ser funcional, por eso si usted, pastor Rivas
decide aceptar la moral de la fidelidad o alguna otra por convicción o
conveniencia esta entonces obligado a pedir disculpas y perdón a todos los que
defraudo cuando fue desleal, ingrato y saboteador moral.
No he sido bendecido con el don de la fe, pero incluso
nosotros no podemos pensar que el fuego que provocamos no puede llegar a
quemarnos.
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