Compatriotas: aspiremos a más!
Usted sábe quién es su diputado? Sábe cómo votó durante su paso por la Asamblea? Sábe cuántas veces viajó al extranjero y a dónde? Sábe qué iniciativas legislativas presentó? Sábe cómo ha gastado el dinero público que usted le entregó a través de los impuestos? Es probable que usted no sepa todo eso y quisiera sugerirle por qué: el sistema politico-electoral no fue construido para representar a personas como usted o como yo. Fue erigido para asegurar la rotación de élites, pero no para asegurar la representación de ciudadanos. Fue creado para fomentar la competencia entre los partidos, pero no para obligarlos a rendir cuentas. Fue instituido para fomentar la repartición del poder, pero no para garantizar su representatividad.
Y quizás por eso hoy hay tantos salvadorenos insatisfechos, descontentos, descorazonados, que no saben por quién votar o si lo harán siquiera. Quizás por eso pocas personas de entre la población confían en los partidos y piensan que los legisladores legislan en favor de sus representados. La población mira a los partidos y ve allí una historia de corrupción, de complicidades, de organizaciones que dijeron enarbolar algo distinto para después actuar igual. Ve a partidos con algunas diferencias en cuanto a lo que ofrecen, pero con demasiadas similitudes en cuanto a cómo se comportan. Ve pluralismo en la oferta política, pero mimetismo en el desempeño gubernamental. Ve a partidos corruptos, partidos que se niegan a rendir cuentas, partidos que se rehusan a reducir gastos, partidos que hacen promesas para después ignorarlas, partidos que en lugar de combatir la impunidad, perpetúan sus peores prácticas. Allí está el partido ARENA, montado sobre dos decenios de desmantelamiento y saqueo del país. O GANA, un partido con un lider ladrón y corrupto, que se ufana de poseer un finiquito. O el FMLN, que prometió ser el partido de los ciudadanos y traernos el Cambio, pero que acabó arrodillándose frente al capital y endosando el plan económico neoliberal de Funes. O el Partido PCN, con su largo historial de gobiernos militares asesinos. O el PDC, saltando de alianza en alianza para ver cómo aterrizan mejor. TODOS otorgándose salarios altos, fiestas y banquetes fastuosos, aguinaldos amplios, viáticos inmensos, carros de lujo con chofer y gasolina, dos millones de dólares anuales solo para comer, exenciones amplias, cónclaves en las mejores playas. Partidos cerca del botín que se reparten, y lejos de la ciudadanía; cerca de los privilegios que quieren preservar y lejos de los incentivos para sacrificarlos. Y ante eso se nos dice que debemos votar por alguno de ellos porque sino “afectaríamos la legitimidad de la representación política”, cuando en realidad esa representación sólo existe de manera trunca y parcial. Y se nos dice que el sistema de partidos funciona “razonablemente bien”, cuando en realidad funciona muy bien para la clase política, pero muy mal para la ciudadanía. Y se nos dice que el sufragio por alguna de las opciones existentes fomentará el cambio, cuando en realidad sólo preservará el status quo. Y se nos dice que si anulamos el voto estaríamos desacreditando a las instituciones, cuando en realidad han logrado hacerlo y sin nuestra ayuda. Y se nos dice que debemos buscar verdaderos mecanismos de exigencia para demandar que la clase política se comporte de mejor manera, cuando en realidad no existen. Y se nos dice que anular el voto sería una “táctica ineficaz”, pero nadie propone una alternativa mejor para presionar a politicos que están, por supuesto, satisfechos con su situación.
Hoy por hoy, la clase política no tiene un solo incentivo para remodelar un sistema que tanto la beneficia. Quizás los candidatos prometerán hacerlo después de que votemos por ellos y lleguen al poder, pero una vez allí pueden ignorarnos sin costo alguno. No hay reelección pero sí hay trampolín: saltan de la Asamblea a ministerios o a secretarías, una y otra vez, sin haber rendido cuentas jamás. Sin haber regresado a explicar lo que hicieron y por qué. Sin haber sido sometidos al escrutinio de electores con la capacidad de sancionar o premiar. Porque podemos llevar a alguien al poder con nuestro voto, pero no podemos castigarlo si lo ejerce en nuestra contra. Los politicos saben que han logrado erigir un muro infranqueable en torno a su alcázar; tienen una situación inusual y privilegiada que no quieren perder. Algo está mal. Algo no funciona. Algo necesita cambiar y con urgencia. Porque cuando algunos sugieren votar “por el menos malo” me parece un consejo que coloca la vara de medición al ras del suelo, que obliga a El Salvador a seguir conformándose con poco y aspirando a menos. Siento que si voto por cualquier partido en estas condiciones, contribuiré a avalar un sistema que debe ser cambiado desde afuera, ya que nadie lo va a hacer desde adentro. Siento que si marco la papeleta en favor de cualquier persona, en estas condiciones, acabaré contribuyendo a legitimar un sistema que actúa cotidianamente al margen de la ciudadanía. Siento que si voto incluso por una persona con amplios atributos, en estas condiciones, acabaré premiando a partidos que obstaculizan la profundización democrática en lugar de fomentarla. Por ello tendremos que pensar en acciones que contribuyan a sacudir, a presionar, a protestar, a rechazar, a manifestar la inconformidad, a reconfigurar una democracia altamente disfuncional. Por ello habrá que proponer medidas que combatan la inercia y generen incentivos para mejorar la representación. Ya sea a través del voto anulado o el voto por la candidata "Esperanza Marchita" o una marcha multitudinaria o un frente común conformado por miles de salvadorenos insatisfechos en busca de un catalizador para el verdadero y real Cambio. Porque el voto “sin adjetivos” ya ha demostrado ser insuficiente; la competencia entre partidos ha demostrado ser insuficiente; la alternancia entre una opción ideologica u otra ha demostrado ser insuficiente. En el fondo, el problema no son las personas o los partidos en sí; el verdadero y real problema es el sistema politico que no asume la representación como punto de partida, como cimiento fundacional. El problema es la inexistencia de mecanismos democráticos como la reelección, las candidaturas ciudadanas, las “acciones colectivas”, los referendos, la revocación del mandato, entre tantas más. El problema es que los partidos insisten en que nos representan adecuadamente cuando no es así. No podemos seguir fingiendo: ha llegado el momento de reconocer lo que no funciona y componerlo. Porque "votar por el partido menos malo" equivale a comprar la fruta menos podrida, en lugar de presionar al vendedor a que, de ahora en adelante, venda fruta fresca. Equivale a decir que El Salvador no puede aspirar a más!
Enviado por "anónimo indignado".
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