Por. Roberto de Vries
Uno de los grandes mensajes que puede dar cualquier personalidad individual o colectiva está en la presencia o ausencia de tres elementos fundamentales que van a permitir conocer el nivel que esta personalidad le da a la presencia de su intelecto, a su capacidad emocional y a la validez de sus actos, a través de tres conceptos que dichos de manera conciente, pueden dar fe de la capacidad humana que tiene como personalidad y que son el de la dignidad, el orgullo y el honor para –de esta manera- encontrar, entender, mantener, recuperar, rectificar y optimizar cualquiera de ellos, en diversos momentos de nuestras vidas tanto individuales como colectivas, tanto íntimas y privadas como públicas. Este es quizás, una de las imágenes de nuestro esquema general que más valor, en el sentido trascendente de la palabra, le da o le resta a una determinada personalidad.
Entender la diferencia que existen entre estos tres conceptos, nos hace aclarar dónde pueden estar tanto las fortalezas como las debilidades, las amenazas o las oportunidades de nosotros, los seres humanos, en el tema fundamental de los valores con los que construimos la moral y la ética.
Dignidad.
De esta manera y, con la intención de iniciar una reflexión al respecto cuando hablamos de la dignidad, podemos establecer que ella siempre viene a ser un estado de conciencia que nos va a traducir, de manera racional, el valor intrínseco que tiene cada vida, cada cosa en la naturaleza. La dignidad parte de un acto racional aunque, luego, en su total aceptación tenga expresiones emocionales y conductuales que son, respuestas a la conciencia del valor de la existencia.
Orgullo.
Cuando hablamos del nivel emocional, el valor fundamental podría ser el denominado orgullo, que más allá de las confusiones que se prestan con la vanidad, traduce un tono emocional en el cual se es o se está feliz por ser quien se es, por hacer lo que se hace, por pertenecer a lo que se pertenece o estar en donde se está. Al igual que la dignidad, el orgullo, naciendo desde el mundo emocional puede tener expresiones tanto a nivel racional, reforzando la dignidad y del comportamiento.
Honor
En el nivel conductual, el valor fundamental es algo que, aunque pueda tener muchas interpretaciones, se puede resumir en el honor. De esta manera entendemos que el honor es una demostración conductual más que un estado de conciencia o una expresión emocional. El honor, de la misma manera que lo hace la dignidad y el orgullo, establece relaciones lógicas con los niveles racionales y emocionales.
Si, cualquiera de nosotros tiene coherencia entre estos tres aspectos, es decir, tiene conciencia plena de la dignidad de todo ser (incluido el sí mismo), siente orgullo de ser quien es y tiene una conducta honorable, que se respete tanto a sí mismo como a todos los otros, la congruencia que surge probablemente vaya mucho más allá que la simple autoestima y llegue a ser verdadero auto amor, sean cuales sean las circunstancias que se vivan.
Los problemas de valor surgen cuando, por diferentes razones, hay fallas tanto en la presencia como en la congruencia de estos tres elementos, como por ejemplo tener mucha dignidad y conductas poco honorables o, sentir mucho orgullo con poca dignidad.
Cuando uno, con este marco teórico, revisamos nuestras personalidades, nos encontramos con muchas sorpresas. Por ello, la invitación es que hagamos un análisis muy reflexivo sobre cómo es nuestra dignidad, nuestro orgullo y nuestro honor.
Esto hace que, para evaluar esta sencilla pero dramática imagen, basta con observar y encontrar en qué situaciones coloca su dignidad cualquier personalidad, más allá de las palabras, cuándo y bajo qué circunstancias siente que se la dañan y, sobre todo, cómo valora y respeta o no, la dignidad de los otros. Con esto se concluye que hay que dudar de la dignidad verdadera de alguien que no reconoce y respeta la dignidad del otro. El instrumento que hace de la dignidad un elemento constructivo está en la dignificación que se pueda hacer de cualquier realidad, en especial de las personas que conviven el mundo mientras que el destructivo se encuentra en la capacidad que se tenga para humillar al otro, para que, con cualquier argumento racional, dañarle o destruirle la dignidad o su valor intrínseco.
En el parámetro del orgullo, que considero el aspecto emocional de este mensaje de personalidad, hay que evaluar en forma real, todos los elementos con los cuales alguna personalidad (incluso, uno mismo) siente esa sensación indescriptible de ser, hacer, estar o pertenecer. Cuando alguien muestra orgullo evidente de lo suyo, pero trata de vulnerar el orgullo del otro, también es difícil que el que siente por sí, sea cierto. A este instrumento tan potente lo podemos utilizar en bien cuando enaltecemos el ser, el hacer, el estar, el pertenecer para darle más importancia y brillo pero lo utilizamos para destruir cuando, simplemente, avergonzamos a alguien por ser quien es, por hacer lo que hace, por estar donde está o por pertenecer a lo que pertenece.
El tercer parámetro, el honor, que enfoqué claramente como la expresión conductual de la imagen humana, se refiere al cumplimiento de códigos morales (acordados por la sociedad en la que se vive) o éticos (comunes a todos los seres humanos) para enaltecer a través de la acción, la realidad de ser humano. Por ello, cuando alguien se honra a sí mismo, deshonrando al otro, tiene la posibilidad de estar haciéndolo por una normativa de honor moral y sectorial y, por lo tanto, muy peligrosa, para todos los extraños o los disidentes o, en otro extremo, a estar encubriendo un sentimiento de deshonor propio a través del quitarle la honra al otro. El proceso contrario, honrar, por el contrario, entra en todos los procedimientos éticos del ser humano.
La evaluación de la Imagen de Humanidad que tiene cualquier personalidad, es una guía rápida, para calibrar nuestras percepciones acerca de lo más profundo de ese ser. De la variedad de estos resultados, seguiremos hablando, puesto que es importante conocer claramente cuando nos estamos humillando, cuando nos avergonzamos y cuando nos deshonramos y, de la misma manera cuando humillamos, avergonzamos o deshonramos a otros. Esta materia es demasiado importante.
Quien tiene verdadera dignidad, nunca ofende la ajena,
quien siente verdadero orgullo, nunca daña el del otro,
quien se comporta con honor, nunca se lo intenta quitar a nadie…
Rápida Valoración de la Imagen Humana.
De acuerdo con estos parámetros, en una escala de 1 (mínimo) a 10 (máximo), cuánto le pone usted a diferentes personalidades, incluido usted, tanto para abordarse a sí misma como para aceptar y respetar la que siente por los demás.
Hay personas que se manejan de manera simple a pura dignidad (con orgullo y honor disminuidos), a puro orgullo (con dignidad y honor disminuidos) y, a puro honor (con dignidad y orgullo disminuidos) así como también hay quien se maneja con estos tres elementos altos.
Por otra parte, esto es importante para evaluar con claridad qué es lo que le pasa a alguien cuando, teniendo una buena imagen humana, le quitan alguno de estos tres elementos, con el impacto que produce,
Dignidad y orgullo sin honor = deshonra
Dignidad y honor sin orgullo = vergüenza
Orgullo y honor sin dignidad = humillación
Esto quiere decir que para deshonrar a alguien hay que quitarle el honor a alguien mientras que para avergonzarlo hay que dañar su orgullo y, finalmente, para humillarle hay que atacar exitosamente su dignidad.
Buscando en el ciber espacio me encontré este artículo que bien pudiera ser un referente para aquellos seudo salvadoreños que comercializan la imagen de nuestra comunidad como el más mísero de los proxenetas.
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