PONDERANDO PENAS Y ORGULLOS DE LOS SALVADOREÑOS
Varias veces a través del tiempo he escuchado eso de que "no, yo no cambiaría mi nacionalidad" y "es que es lindo El Salvador", más como frases vacías y carentes de significado que como auténticos motivos de amor a la patria, contradicción palpable con la realidad de la emigración continua y la depreciada imagen que proyectamos, ya retratada hace 40 años en el célebre "Poema de amor" de Roque Dalton y, según dicen, con bastante menos cariño en "El asco", de Castellanos Moya.
La reflexión de fondo es, entonces, qué tiene de bueno nuestro país (pregunta como sinécdoque), para amarlo y cantar henchidos de orgullo el himno nacional, o qué tiene de malo, como para preguntarnos qué pecados de las vidas anteriores estaremos pagando para haber nacido aquí.
Por puro afán de equilibrio, pongo aquí el cinco y cinco, en orden de "según se me fueron ocurriendo" y sin considerar todo lo que se refiera al clima ("fértiles campiñas, ríos majestuosos, soberbios volcanes, apacibles lagos, cielos de púrpura y oro", que no es mérito humano aunque esté en la "Oración a la Bandera" que escribió el Dr. David J. Guzmán). Son aquellas cosas, las primeras, de las que a cualquier extranjero, así sea chapín, daría pena contarle; son las segundas aquellas que hasta nos pararíamos más erguidos al mencionarlas.
EL "BOTTOM 5" O LA ESENCIA DE LA VERGÜENZA
- La basura en cualquier parte.
Un mal hábito nacional, una de cuyas máximas escenas es el lanzamiento de desperdicios a través de las ventanas de vehículos particulares y colectivos en marcha, y una de sus peores tragedias la inundación de las zonas bajas de la ciudad cada vez que llueve, gracias a que las alcantarillas están obstruidas por desperdicios plásticos. Las calles de cualquier país son más limpias que las nuestras.
- El 10 a 1 que nos metió Hungría en el Mundial España '82.
Un poco envidiable récord, muestra de la incapacidad, indisciplina y falta de planificación colectivas de dirigentes, entrenadores, prensa deportiva y jugadores, ridiculizados por algo tan obvio como el "jet lag". Eso sí, es de reconocerles que dieron la cara presentándose a jugar partidos aceptables contra Bélgica y Argentina.
- Los diputados (en promedio y en sentido genérico)
Suele decirse que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece" y, en este caso, bastante mala gente debemos ser para elegir, soportar y -peor aún- permitir que se reelijan diputados del calibre de los que tenemos, aunque haya alguno respetable -y, si cabe, inteligente- tan solo para confirmar la regla. Lo peor es que toda reforma para limpiar y mejorar el sistema de representación es imposible, porque requiere del aval de los legisladores, o sea, los mismos a quienes habría que quitar de allí.
- La maliantada de exportación.
Si todo comenzó "de aquí para allá" o fue cosa "de allá para acá", el fenómeno delincuencial de las pandillas es algo que, a nivel regional y desde fuera, ya se asocia con la nacionalidad misma. Un verso más para el inventario de epítetos denigrantes.
- El beso de Duarte a la bandera gringa.
No bastándole con prestar su figura de "demócrata" para tapar las graves violaciones a los Derechos Humanos en el contexto de la guerra civil de los años ochenta, Duarte protagonizó (creo que en 1986) uno de los actos más vergonzosos de servilismo al "amontonarse" a la bandera de las barras y las estrellas durante una visita oficial, cuando el presidente del "imperio" era Ronald Reagan.
EL "TOP 5" O LAS BASES DEL ORGULLO NACIONAL
- Monseñor Óscar Arnulfo Romero.
Poco puedo añadir a lo que ya se ha dicho sobre la valentía de su voz, la magnitud de su palabra y la dimensión de su sacrificio. Su santidad está fuera de duda, pese a las demoras vaticanas.
- Los Acuerdos de Paz de 1992
Sea por presión interna o externa; sea por pragmatismo, por cansancio, por vergüenza o sencillamente porque no se pudo de otra manera, el hecho es que se terminó con la guerra civil por la vía del diálogo y la convivencia política de los hasta entonces enemigos acérrimos fue posible, demostrando al final que ninguno era tan fanático ni intolerante como parecía su caricatura antagónica. Eso sí: la base sobre la que se cimentó dicho acuerdo no fue el pretendido protagonismo de los líderes firmantes, sino las vidas segadas de la gente que aportó su sacrificio creyendo en una causa.
- El Mágico González.
Ídolo nacional, dotado con habilidades extraordinarias para el fútbol, logró encandilar a propios y extraños con sólo una pierna buena (el resto de él era enclenque, ver fotos de la época), todo ello a pesar de ser como era. Yo digo que tiene mérito.
- Los cortometrajes "Cinema libertad" y "Cuentos de cipotes"
Hay que verlos, mostrarlos y divulgarlos. Lo dije antes y lo repito: ¡qué bonitos!
- Roque Dalton
Dice un epígrafe de "Pobrecito poeta que era yo...", citando a un personaje de L. Durrell: "Es una obligación e todo patriota odiar a su país de una manera creadora". Pues sí: Dalton fue patriota en muchos sentidos, tanto así que regresó al país para hacer la lucha en la que creyó, camino contrario al de tantos otros bocones.
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