El sándwich holandés versión salvadoreña
Marvin Aguilar
Esto que podríamos llamarlo el nacimiento de los
segundos nuevos ricos salvadoreños, mi paisano Roberto Turcios en el libro: Los estancos, Las Prácticas Monopólicas y Las Rentas del Estado en El Salvador hace un breve-detallado, ameno y entretenido
repaso sobre las concesiones o monopolios en nuestro país. Comparto con ustedes
sus investigaciones mezclado a algunas reflexiones personales:
A lo largo de la primera parte de la historia
republicana los gobernantes definían los amigos a los que otorgaban exenciones
o monopolios; generalmente fueron a
bancos, fábricas o líneas ferroviarias (leer
artículo ¿juicio al ex presidente Flores?).
Así en 1883 se contrató con Francisco Sagrini el establecimiento de un banco y caja de ahorros.
Se le declaró libre de empréstito ni
gravamen alguno de cualquier naturaleza. Sus libros por decreto ejecutivo
quedaron exentos de todos los impuestos presentes y futuros.
Sus importaciones de caja de hierro y demás enseres de
oficina no pagarían derechos de importación. Les otorgaban el uso gratis de
correos y telégrafos para sus negocios; los empleados libres del servicio
militar o civil y, el gobierno concedía el monopolio de emitir papel moneda por
35 años hasta por el doble de la
cantidad real que tenía en dinero, guardando el 40% en caja y se le concedían
todas las prerrogativas que poseía el fisco por igual tiempo.
A Fabio Moran
se le concedió la facilidad de montar una fabrica dejándolo introducir libre de
impuestos toda la maquinaria, materiales y demás objetos que necesitara para la
fundación, manejo y mantenimiento de su empresa de tejidos. Pero además por la
amistad con el presidente, el gobierno se comprometía a no permitir por 13 años que se estableciera en el país
otra empresa dedicada a ese rubro.
La firma Pérez
& Parraga se le concedía en 1884 por 10 años la excepción de derechos marítimos con la única condición
que donara al hospicio de San Salvador 100 pesos mensuales evitando de paso así entregar al Estado el
edificio y enseres donde la misma empresa tenía una fábrica de candela y jabón.
El Estado contrató con Joaquín Méndez y Enrique Arbizú en 1884 la instalación de una
fábrica de porcelana, loza y vidrio. La obligación de parte de los empresarios
fue: emplear los últimos adelantos de la
materia; usar las sustancias que se encuentran en la república; enseñar en el
taller a 10 hijos del país todo lo concerniente a esta manufactura; vender con
un 15% menos sus productos que los de origen extranjero.
La hacienda pública por su parte exoneró de impuestos
de todo tipo presentes y futuros; liberación de cargos civiles y militares a
sus empleados por 15 años.
Al presidente que expropió a los indígenas de sus
tierras aduciendo primero que eran unos haraganes y luego el progreso de la
nación, Rafael Zaldívar una Asamblea
Legislativa “complaciente” le otorgó la facultad para negociar empréstitos con
quien deseara por la cantidad que sea necesaria sin pasar de 200, 000 pesos y
con un interés que no exceda del 12% anual.
Durante la presidencia
Menéndez se le concedió la casa de la moneda al doctor Gustavo Guzmán libre de toda clase de impuestos por un periodo de 20 años.
La deuda social
según la clase dominante es culpa del Estado.
Lo escrito anteriormente generó un endémico
presupuesto desbalanceado en el Estado que imposibilitó cubrir las necesidades
básicas populares, no se tuvo en cuenta la relación aumento de la actividad
comercial y de población, ésta que demandaría servicios de infraestructura,
salud, educación.
Esto dio pasa a la
deuda social que hasta ahora es una tara que impide el desarrollo y vuelve
la idea del crecimiento más atractiva, en detrimento de soluciones definitivas
en lugar de parches como es costumbre.
La serie de concesiones monopólicas sin ninguna regulación,
compadrazgos, privilegios como forma de gobierno y comercio impidió la
recaudación efectiva y justa e instaló la costumbre del apalancamiento estatal
para volverse millonario. ¿Parece
familiar?
La revolución bolchevique hizo que los empresarios
europeos entraran en la firme decisión de hacer realidad las mejoras de vida de
los ciudadanos como única manera de detener las revoluciones en el continente.
Este proceso largo y espinoso debió sortear los
nacionalismos que llevaron a la II guerra mundial, luego nacería la economía
social de mercado y el Estado de bienestar que ahora está siendo desmantelado y
provocando un replanteamiento del sistema económico en el viejo continente.
América no ha sufrido guerras devastadoras, pero si
largos conflictos internos que son resultado de los malas maneras con que las
pasadas generaciones, comprometieron les
guste oírlo o no nuestro presente.
Un sistema como el que hemos señalado que se defiende
sin pena de ofender el valor civil y sin ninguna concesión de error, que
continua generando –para nuestro caso- pandillas
por citar un ejemplo, debe someterse a una revisión seria ya que seguir
haciendo lo de siempre es no darse cuenta que llevamos generación tras
generación una bomba amarrada al cuerpo.
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