Dios está vivo
Marvin Aguilar
Nuestro tamaño disminuye a medida que aumenta nuestra
velocidad eso es algo que nunca debemos olvidar los humanos. Nuestra fugacidad
en los budistas. Los surrealistas dirían que algo que se pone de moda
irremediablemente comienza su camino a la decadencia.
El lenguaje es el reflejo de la estructura cerebral,
de allí que quien use la palabra acertadamente ya sea en formato oral o escrito
no es más inteligente, sino que tiene mejor capacidad para razonar, porque la
palabra es razón.
Sin embargo hay algunos seres que para comunicarse
utilizan medios primitivos, agresivos, violentos, mortales, asesinos o, en el
mejor de los casos unipolares, subjetivos, socio-centristas, integristas. Retuercen
su particularísima visión como verdad universal frente a argumentaciones
científicas que buscan explicar los fenómenos humanos, sociales, psicológicos.
Le exigen a la ciencia sin darle la mas mínima tregua de la duda, la certidumbre
que nunca recibirán de las creencias que defienden como discurso único.
Estos homo-sapiens-sapiens han llevado a que la
palabra ya no tenga valor. Por eso los comentarios que pretenden desvirtuar
alguna idea contraria están la mayor parte de veces cargados de falacias ad
hominem o purismo ortográfico y nada dicen sobre la idea expuesta que jamás
buscó sobreponerse como inmejorable e inimitable.
Lo que tiene valor, lo realmente valioso hoy en día no
es nada de lo que pretenden hacernos creer todos los nacional religiosos, doble
moralistas, líderes espirituales y, que exigen a los políticos, figuras
públicas, científicos, periodistas, columnistas que promuevan desde sus
trincheras de trabajo.
Lo que importa hoy es la economía y esta tiene como
base el petróleo. Eso hará que cualquier valor moral, cristiano, civil, defensa
de la vida misma en todos sus sentidos se haga a un lado. De allí que muchos no
tengan la estatura necesaria para exigir nada aunque su axila guarde la Biblia
y su lenguaje prometa paraísos u nos amenacen con infiernos. Porque al final
no, ¿solo Dios sabe quién entrara o no al reino?
Por eso la lucha que se libra en El Salvador no es luciferinos
contra buenos. Es una batalla a muerte, final, de malos contra malos, por eso
nos parece el mundo al revés. Simple.
El tiempo se
dilata a medida que vamos más rápido.
Existe dentro de la física y a propuesta de Alberto
Einstein la paradoja de los gemelos. Es un experimento mental que busca
comprender las diferentes percepciones del tiempo entre observadores con
diferentes estados de movimiento.
Hay dentro de nuestra realidad objetiva, no la de cada
uno de nosotros, una relatividad especial. La visión que pueda existir entre mi
idea de Dios sea uno vivo o muerto con la de otros que lo declaran en vida
eterna no podrá ser la misma, ni absoluta desde ambos lados.
La mayoría de salvadoreños, incluso los 7,000 millones
de habitantes del planeta pueden lograr el acuerdo en reconocer la deidad de
algo o alguien, esa unanimidad de pensamiento no constituye prueba de nada. En
mi artículo Dios ha muerto, planteé
de manera intencional esta paradoja a propósito del descubrimiento del campo de
Higgs. Y se confirmó lo dicho: los habitantes del tercer mundo somos
impenetrables no por ser profundos, sino por superficiales.
Acaso ¿no se puede dudar de la muerte de un ser si en
caso de que en cada alma está Dios, toda autoridad externa debería desaparecer?
Y ocurre exactamente lo contrario. En realidad a cada persona le basta su
profunda y secreta divinidad. Otra cosa, ¿si es qué hayamos decidido poner
nuestra conciencia en manos divinas, ya esto nos imposibilitaría a tratar de
decir a otro que hacer con la suya?
El dinero
habla, las mentiras caminan.
El proselitismo cristiano al que se ha llegado en El
Salvador entonces es egoísta, porque solo busca hacer sentir bien al que lo
practica, porque lo asemeja a una persona buena. Portarse bien tan solo para no
ir al infierno es igual a amar a alguien por interés.
¿Es posible que Dios no sepa esto, y no podría el
mismo cambiar la historia tan solo para dejar en evidencia la mentira e
intereses económicos que sobre él se han construido? ¿Será, Dios no se da
cuenta de la época de decadencia que se vive y que la única fe posible en este
medio es la que se separa radicalmente de lo hecho, devenido, de la
inteligencia confinada al análisis de lo muerto, cenizas?
Ya en lo terrenal, hemos apostado como nación por la
democracia, y esto es un complejo sistema de derechos y obligaciones que
incluyen el respeto de las minorías desde la mayoría, la libertad de culto que
incluye la no-fe y el debate racional o científico como fuente de todo acuerdo
social; pero la auto percepción que de nosotros mismos tenemos de seres hechos
a imagen y semejanza de un Dios a diferencia de nuestros primos los bonobos,
chimpancés, gorilas y orangutanes creemos nos faculta para utilizar en contra
de esa democracia nuestros instintos más primitivos, cuando las cosas no favorecen,
se adecuan a mi ideología o, creencias. Y eso nos hace intolerantes. Incapaces
de vivir en paz.
En Jícaras Tristes Alfredo Espino recoge ya la
agresión, exabrupto salvadoreño en poemas como La Cruz o La Mataron un Día
que reflejan su época violenta, la nuestra, de siempre. Eso es lo que están
tratando de superar las pandillas, lo contrario que están haciendo los
políticos, lo que debiese erradicar la fe.
¿En qué posición se ubica usted?
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