LA MENTIRA DE LA TEORIA ECONOMICA DEL REBALSE. POR RODRIGO AGUILAR.
La teoría económica del rebalse, sostiene que si hay libre mercado, sin restricción, ni intervención estatal, permitiendo la autorregulación y que el aparato estatal sirva únicamente para proteger la actividad empresarial, se genera tanta actividad económica y abundancia para los ricos, que finalmente la riqueza llega a los pobres.
Este, ha sido un dogma de fe de la derecha salvadoreña, predicado por Alfredo Cristiani, Armando Calderón Sol, Francisco Flores, Tony Saca y todos los tanques de pensamiento identificados con el modelo económico impuesto por los gobiernos de Arena.
La puesta en práctica de esta teoría, comenzó en la década de los noventa, con la privatización de la banca comercial, sistema previsional o Administración de Fondos de pensiones, aseguradoras y todas las empresas estatales que formaron parte del patrimonio nacional (ANTEL, CEMENTERA, INGENIOS, etc.)
Esta maniobra político-económica, dio lugar al surgimiento de un nuevo grupo dominante, que nada más se preocupó por desarrollar el sector financiero y comercial, haciendo a un lado el capital productivo del país, ignorando las necesidades de la gente y propiciando la economía de consumo, convirtiéndonos en un país dependiente de los créditos, importaciones y las remesas familiares.
Los resultados de la aplicar este esquema, son contrarios a los cuentos que nos vendieron durante dos décadas, lo que permite sostener sin dudarlo, que nos impusieron una mentira; porque el rebalse económico existió, pero los beneficios nunca llegaron a la mayoría de la población; muestra de ello es que según los datos de la Dirección General de Estadística y Censo (DIGESTYC), el 80% de la población salvadoreña vive en condiciones de pobreza.
Por esa razón, el programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo, conocido por sus siglas PNUD; pidió al gobierno salvadoreño que invierta en su población si quiere desarrollarse, que busque más dinero para reducir las brechas sociales de tal manera que todos puedan aspirar a lo que otros países lograron en los últimos 40 años, educar a su gente, dándole capacidades y campo para desempeñarse.
William Pleitéz, coordinador del Informe de Desarrollo Humano 2010, sostuvo en una entrevista otorgada al periódico digital El Faro: “los gobiernos salvadoreños se enfocaron en tratar de producir riqueza económica y a la espera que la que teoría del rebalse funcionara, relegaron el gasto en materia social”.
El PNUD sostiene en su informe, que la riqueza de un país está en su población y se refiere a El Salvador como un país exportador de gente; pero la gente sale del país ante la falta de oportunidades, el desempleo y la delincuencia, fenómenos que obligan a nuestros compatriotas a emigrar, en busca de mejorar sus condiciones de vida.
La migración no es un acto voluntario, este fenómeno es producto de la exclusión y explotación laboral; un ejemplo claro exclusión puede observarse en el hecho que a los micro, pequeños y medianos empresarios no llegan las oportunidades de hacer negocios rentables y se ha llegado al extremo que las franquicias internacionales venden hasta pupusas, pasteles, atoles y otras comidas típicas, compitiendo en condiciones de desigualdad con los pequeños comerciantes que se ven obligados a cerrar sus negocios.
Con relación a la explotación laboral, consideramos que esta ocurre por los bajos salarios, la falta de pago de horas extras, los trabajos sin seguridad industrial, en ambientes inadecuados, la retención indebida de las cuotas del seguro social o AFP y el irrespeto integral a los derechos laborales que ocurren en la mayoría de centros de trabajos.
Frente a esta realidad, nuestros gobernantes deben tomar las medidas para revertir las políticas que impusieron los gobiernos anteriores, donde lo que importaba eran los negocios y el mercado, pero no las necesidades de la población, la forma de hacerlo es, invirtiendo en la educación de nuestro pueblo, dándole prioridad a que nuestra juventud tenga acceso a una educación de calidad que le permita optar a mejores empleos.
Por esa razón es necesario tomar conciencia que, mientras no ocurran cambios estructurales donde la gente sea el centro de la actividad económica y gubernamental, el proceso de pacificación iniciado en 1992 nunca llegará a terminarse; en consecuencia es oportuno reflexionar en la frase de Juan Pablo II: No habrá paz en la tierra mientras perduren las opresiones de los pueblos, las injusticias y los desequilibrios económicos que todavía existen.
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