En una cita bibliográfica, Violeta Bonilla (1926-1999) expresa sobre el significado de la figura: “Quise representar un hombre sin ataduras, sus manos sueltas expresan la libertad intangible, y los cuatro picos del fondo representan otras cuatro naciones centroamericanas”

domingo, 1 de enero de 2012

¿Es Dios inculto?

¿Es Dios inculto?

Marvin Aguilar

Al parecer la Catedral de San Salvador está destinada a la polémica. A principios de la década de los cincuentas del siglo pasado, narra Waldo Chávez Velasco se convocó a un certamen mundial para sustituir a la antigua que había sido consumida por un incendio. Se ofreció un cuantioso premio y por ser la Catedral de una capital de un país despertó interés participar. Licitaron los arquitectos que diseñaron Brasilia; así como alumnos de Antonio Gaudí quienes habían participado en el embellecimiento de Barcelona.

Monseñor Luis Chávez y González arzobispo en aquel entonces, debido a su ignorancia en asuntos culturales tuvo una feroz lucha por decidir que edificación se haría con el presidente Óscar Osorio. Gobierno e iglesia se pelearon. Finalmente el arzobispo desechó a los genios de la arquitectura y contrató a José María Duran, un constructor salvadoreño.

Así, fue como llevó años terminar esa enorme caja de cemento, mastodóntica, muy difícil de encerrarla en alguna corriente arquitectónica, pero que si nos ponemos generosos, diríamos que es ecléctica, con tendencias modernistas, esto teniendo en cuenta que los constructores Duarte-Duran hicieron posterior a ello muchas casas, edificios e iglesias como la del Rosario que pueden ser incluidas en esa tendencia artística.

No se trata de ser comecuras. Pero al destruir la fachada de la Catedral Metropolitana el clero salvadoreño a demostrado una vez más cuan inculto puede llegar a ser. Ya el Papa León XIII se lo escribía a José Matías Delgado: no seas obstinado, terco, execrable, reprobable. ¿Puede sorprendernos que el salvadoreño, la clase política, los poderosos sean prepotentes? Si los guías espirituales reflejan lo antidemocráticos que son: no consultan con su feligresía, pasan por alto las leyes, irrespetan al artista y, todo bajo la idea de que como son los dueños pueden hacer lo quieren con los templos. No es extraño entonces que el bien común vaya en desuso en El Salvador.

No es simple. No solo se trata de martillar unos azulejos, ni de botar una fachada de mal gusto, que según decía Álvaro Menen Desleal se parecía a una toalla hilasal; menos de una necesaria renovación del principal templo del catolicismo salvadoreño. Es un acto de destrucción de la verdad.

El Catecismo de la iglesia católica al referirse a la verdad, belleza y arte sacro nos dice que: este brota de un talento concedido por el Creador y del esfuerzo del hombre, y es un género de sabiduría práctica, que une conocimiento y habilidad (cf. Sb 7, 16-17) para dar forma a la verdad de una realidad en lenguaje accesible a la vista y al oído. El arte entraña así cierta semejanza con la actividad de Dios en la creación, en la medida en que se inspira en la verdad y el amor de los seres.

Por eso los obispos deben personalmente o por delegación vigilar y promover el arte sacro antiguo y nuevo en todas sus formas, y apartar con la misma atención religiosa de la liturgia y de los edificios de culto todo lo que no está de acuerdo con la verdad de la fe y la auténtica belleza del arte sacro (cf. 122-127). A menos que se considere una herejía la decisión de Monseñor Sáenz Lacalle de colocar la obra de Fernando Llort y que sea ahora una pieza de arte que no está de acuerdo con el dogma católico podría justificarse la destrucción de la fachada de catedral, ya que el argumento de que no podían ser restaurados equivale a decir que hay que tirar todo lo viejo, imaginemos esa explicación provinciana en el arte.

La estética nacional.


Algunos argumentan desde la simpleza más elemental que el mosaico no era “bonito” y por lo tanto no estaba adecuado a ser la fachada de Catedral; repiten que el templo es propiedad de la iglesia y debido a ello pueden hacer lo que les venga en gana. Estos razonamientos obvian, primero, que los 3,000 azulejos se pusieron a la venta y, salvadoreños compraron simbólicamente muchas de esas piezas que formaron el mosaico entero. Segundo, que el Estado salvadoreño con los impuestos de todos, católicos y no, aporto durante años a la construcción de ese templo. Tercero que existe un concordato entre el Estado y la iglesia que debiera ser público para saber en caso de existir con cuanto subvenciona el fisco a la iglesia católica. La ignorancia es la madre de la felicidad y nosotros somos de los más felices del mundo.

¿Qué clase de Catedral se merecen los salvadoreños? Una que se parezca a San Pedro de Roma, San Pablo de Londres, San Basilio de Moscú. O una que tenga la representación estética nuestra, la artesanal, que eso es lo que somos los salvadoreños, artesanos; así nos mandó Juan Pablo II a ser “artesanos de la paz”. Por otro lado los templos deben de ir en concordancia con la cosmovisión, capacidad económica de sus pobladores, al montar en la fachada la artesanía no solo se dio todo con lo que se cuenta, se plasmaba la creatividad nacional.

En El Salvador no hay academia pictórica, escuela de arquitectura, menos vanguardia artística alguna. Lo que es verdaderamente nacional es el arte aplicada de la artesanía que se elabora con ideas, recursos, inspiraciones propias de las gentes que viven en un país periférico y pobre. De allí el valor del mosaico de Llort.

Que muchos, todos, la mayoría, desean, quisieran que nuestro arte se pareciera al clasicismo francés, la Bauhaus alemana, o el barroco español, pues pierden el tiempo esperando que lleguemos a esas estéticas, porque para ello habría que ser francés, alemán o español y darle cuando menos categoría de estudio a las artes. Nos queda usar lo nuestro y no rendirnos por ello o, aceptar que somos unos imitadores, incultos, sin identidad e irredentos.

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